La población de la sociedad occidental envejece aceleradamente. Pero hacerse viejo puede que no sea tan malo como hasta ahora se temía y se proclamaba. Hay pruebas.

El Estudio Longitudinal sobre el Envejecimiento de Baltimore, llevado a cabo durante treinta años con 1.143 mujeres y hombres voluntarios, por investigadores del Instituto John Hopkins estadounidense, es uno de los más completos del mundo en cuanto a la investigación sobre el envejecimiento humano. El objetivo fundamental de este trabajo era realizar el seguimiento de personas activas y con buena salud con el fin de definir el “envejecimiento normal” del ser humano.

Los resultados contradicen las creencias imperantes hasta el momento, ya que demuestran que el “envejecimiento no es una enfermedad” ni un conjunto de dolencias que sacude al organismo y lo precipita hacia la decrepitud física y mental. Al contrario. Las ideas básicas de este estudio son las siguientes: Por un lado, se ha determinado que en ausencia de enfermedad coronaria, el corazón sigue latiendo con el mismo brío a pesar del transcurso de los años; por otro, la personalidad no cambia con la edad ya que se mantiene constante con los años.

Por lo general, las personas mayores con problemas de conducta o emocionales presentaban de jóvenes características muy parecidas. Las capacidades muestran también una gran constancia, y el vocabulario, el razonamiento y la capacidad de resolución de problemas se conservan con los años, aunque quizá se reduzca la memoria a corto plazo y se requiera más tiempo para la toma de decisiones.