Está claro que actualmente existe una lucha por el dominio del mercado de los vehículos eléctricos como consecuencia de una política generalizada de disminución de gases contaminantes. Este recorte junto a la futura disponibilidad de vehículos menos contaminantes implica una disminución de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) que, en el año 2020 se podrán ver reducidas en un 20% con respecto a las de 1990.

Estas exigencias medioambientales fuerzan a los fabricantes a investigar baterías alternativas mucho más pequeñas y más eficientes para lo cual se necesita financiación. Un coche convencional solo utiliza un 40% de su potencia en el 80% de las situaciones de circulación, y solo el 25% en la ciudad.

Por otro lado, están los vehículos híbridos que combinan un motor convencional de gasolina con otro eléctrico. Existen dos tipos de vehículos híbridos:

  • En paralelo, que cuentan con una doble propulsión, eléctrica y térmica, cuya transmisión mecánica permite que cada parte del motor funcione de forma independiente.
  • En serie, el coche utiliza en todo momento la propulsión eléctrica. Un alternador movido por un motor térmico carga las baterías, que a su vez sirven para alimentar uno o varios motores eléctricos.

Los vehículos híbridos están dotados de una doble motorización que garantiza la polivalencia ciudad-carretera, con la ventaja de controlar los distintos tipos de energía, de optimizar el consumo y de conseguir menos niveles de contaminación.

Sin embargo, durante los últimos días ya hemos visto que la mejor alternativa son los vehículos eléctricos que son los únicos que, parece ser, sobrevivirán en 2040. Se han convertido en una buena alternativa ya que permiten un nivel de contaminación cero, aunque aún no ofrecen los rendimientos ni la autonomía necesaria para trayectos interurbanos. Además, faltan puntos de suministro, más de 200.000 según han indicado las administraciones los últimos días, y hay problemas de logística aún. Por eso, pensar que estas serán las únicas alternativas de aquí a 20 años resulta, en cierta medida, una osadía.