El Villanovense se despedía ayer del sueño de la Segunda A, en un día en que el equipo estuvo arropado desde primera hora por la afición. Unos 500 villanovenses quisieron acompañar a este equipo que ha hecho historia.

A primeras horas de la mañana llegaban hasta el hotel donde se alojaban los jugadores los cinco autobuses donde se desplazaba la afición, los jugadores quisieron agradecerles su apoyo, viviéndose momentos muy emotivos y tanto por parte de jugadores como aficionados cuando la plantilla salió por la puerta del hotel.

Un par de horas antes del inicio del encuentro las inmediaciones del San Mamés se vestían de verde con banderas que ondeaban y gritos de “Si podemos”, desgraciadamente al final no se pudo, un polémico arbitraje de Varón Aceitón ponía fin al sueño, mostrando doble amarilla a Tapia, una expulsión clave en el encuentro recién reanudada la segunda parte. También vieron amarilla en el villanovense Álvaro, Owona y Moraga y Santamaría por parte del Athletic de Bilbao. La roja directa fue para Carlos Fernández en una tangana que se producía en el minuto 90.

Pese a la inferioridad numérica el Villanovense consiguió mantener el marcador 0-0 hasta el minuto 86 que Iturraspe, recién incorporado al terreno de juego, hacía subir el 1-0 al marcador, este volvería a moverse en el minuto 95 gracias a Santamaría. Se llegaba al final con un resultado de 2-0, pero eso no hizo decaer a la afición que hizo sonar una vez más sus voces en el San Mamés “orgullosos de nuestros jugadores” era una de las frases más repetidas por los aficionados. Sabían que los de Cobos lo habían intentado todo pero no contaban con las consecuencias del arbitraje de Varón Aceitón.

Una afición incondicional que no paró hasta que los jugadores salieran de vestuarios y volvieran a pisar el césped del San Mamés para recibir una merecida ovación. Cierto es que al sabor amargo de la derrota se sumaba el malestar de los aficionados por el trato recibido desde su llegada a “la Catedral”. Ya a la entrada se les impedía acceder al estadio con cualquier instrumento musical, a esto se sumó la ubicación que se les había dado, en una esquina y en la parte más altas del estadio, una zona aislada y cuyas barreras impedían a algunos aficionados poder ver la totalidad del terreno de juego.

Una zona con fuertes medidas de seguridad y vigilancia, custodiada por más de una veintena de guardias de seguridad, que al final del partido no les permitieron abandonar el terreno de juego hasta algo más de media hora después de finalizar el encuentro, una vez que los aficionados del Bilbao habían abandonado, no sólo el estadio sino las inmediaciones del mismo. Aún les faltaba otra sorpresa antes de abandonar el San Mamés, cuando intentaban acceder a los aseos antes de tomar los autobuses de vuelta a Villanueva de la Serena, de nuevo los guardias de seguridad les impedían el acceso a estos diciendo que estaban llenos e invitándoles a utilizar los de la planta baja, la sorpresa fue que allí no había aseos.