Valverde de Leganés acoge del 14 al 16 de agosto la Fiesta de la Diabla. El Ayuntamiento de la localidad organiza esta singular fiesta pagana con un recorrido por las calles del pueblo, donde los lugareños vestidos con ropajes oscuros y caretas de calavera, sembrarán miedo y terror a propios y extraños. Todo termina en una lucha entre las fuerzas del bien y las malignas.
Manuel Borrego, teniente de alcalde del Ayuntamiento valverdeño y diputado provincial, considera la fiesta como recuperada completamente tras doce ediciones y el parón que sufrió desde los años sesenta del pasado siglo cuando la emigración despobló buena parte de los municipios pacenses. Con orígenes en el siglo XV-XVI, de carácter laico, estrena declaración de Fiesta de Interés Turístico Regional a falta tan sólo de su refrendo y publicación en el Diario Oficial de Extremadura.
En rasgos generales, explica Borrego, “la fiesta se basa en la lucha maniquea entre el bien, representado por San Bartolomé, y el mal en forma diabólica”.
En esencia, los padres contaban a sus hijos que debían ser buenos, obedientes y estudiosos porque en caso contrario el demonio en forma de diabla se los llevaría a la torre de la iglesia donde la mantiene encerrada San Bartolomé, menos esa fatídica noche en la que ese maestro del engaño, la trampa, la mentira y la insidia, se las apaña para burlar al confiado apóstol. Eso sí, al final de la noche, el el santo vence al demonio (La Diabla) y nuevamente lo encierra.
Antiguamente, algunas personas, vestidas con una falda larga y oscura, la cabeza tapada con un pañuelo negro y arrastrando cadenas, se lanzaban por las calles del pueblo portando escobas para que los niños comprobaran la veracidad de todo, y de vez en cuando daban escobazos en las puertas de las casas.
Hoy en día, la fiesta ha evolucionado al espectáculo de fuego, teatro y danza en el que durante la noche, la “Gran Diabla”, tras escapar de la custodia del Santo Patrón San Bartolomé, y protegida por un cortejo de decenas de malignas, recorre calles y plazas sumidas en la oscuridad, sembrando de miedo y terror a propios y extraños, y haciendo del fuego su defensa contra las “Cruces de Caravaca” y elementos de la tierra que se habían colocado en un intento de ahuyentar y alejar a la fuerza del mal. Una vez en la Plaza de la Constitución, “Las Malignas” se enfretan a las “Fuerzas del Bien” en la “Gran Batalla Final”; donde de nuevo la “Gran Diabla” es capturada y llevada cautiva a la torre de la iglesia, celebrándose en sus traseras la victoria con una gran hoguera a cuyo alrededor danzan buenos, malos y el público asistente.
Varios miles de personas presencian los distintos episodios de esta fiesta, en cuyo montaje se sigue contando con los numerosos voluntarios y peñas juveniles y de amigos que colaboran en el desarrollo del espectáculo. De hecho, las peñas son las encargadas de elaborar los “bartolos”, muñecos que se quemarán esa noche excepto uno de ellos que se salvará de la hoguera.
Cristina Núñez, diputada-delegada del Área de Cultura de la Diputación de Badajoz, estima que esta fiesta “es la demostración palpable de que una manifestación humana puede convertirse en un gran espectáculo con la implicación de todo el pueblo”.
La secretaria general de Cultura de la Junta de Extremadura, Miriam García Cabezas, por su parte, reconoce el reclamo turístico de una fiesta de carácter lúdico pero que esconde detrás una investigación histórica y de tradición oral.
Con un completo programa de actividades que comenzaron el pasado día 11, “La Diabla” reúne en cada nueva edición a más colaboradores y visitantes. Este año, además, con la presencia de Samarkanda con un montaje de zancos y fuego, y la actuación gratuita de Acetre el día 16.
En esta edición colaboran la Junta de Extremadura y la Diputación Provincial de Badajoz y Aderco, la Asociación para el Desarrollo de la Comarca de Olivenza.
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