La imagen de la física cuántica sobre los agujeros negros, que todo lo engullen y que ni siquiera dejan pasar la luz a su lado, parece una realidad sociológica entre las Comunidades Autónomas en España. Ya le podemos dar vueltas al bombo que la lotería les toca siempre a los mismos, y nunca a Extremadura.

La igualdad, tantas veces proclamada y jamás realizada, es como una fantasía soñada por los pobres y desechada por los ricos y los privilegiados.

¿Qué debemos hacer las Comunidades maltratadas? ¿Callar? ¿Aguantar? ¿Montar una revolución?

¿No tenemos representantes que defiendan los intereses de Extremadura? Ese es el principal problema. Los representantes están sometidos a los intereses de su propio partido por su propia supervivencia política. ESTAMOS VENDIDOS. Manda la disciplina de partidos, que pone, quita y castiga a los diputados, si no se someten a sus intereses de poder.

Ahora, que nos quejamos del tren, que no funciona, que se rompe, que se quema, que circula siempre con problemas, nuestros representantes (diputados, senadores, diputados autonómicos y hasta el propio Gobierno de Extremadura), reaccionan a remolque, supeditados siempre a lo que su partido diga en cada caso.

Los representantes no defienden al pueblo que los eligió, sino al partido que les pone y les quita de la lista y del escaño. Falta un verdadero compromiso con el pueblo al que representan.

La representación política evoca en el pueblo la idea del abogado defensor, pero esta idea es errónea, es falsa. Con frecuencia, se defienden intereses contrarios a los del pueblo que les elige. La estructura política de sus partidos les condena a la impotencia para defender a su pueblo.

En los 40 años de democracia, los partidos más votados (PSOE y PP) han mantenido a Extremadura en el último lugar a pesar de reclamar siempre el voto útil. ¿Ha sido útil que el pueblo les haya dado la confianza?

No podremos cambiar nuestra situación sin un compromiso ético y sincero con nuestra tierra por encima de estructuras partidistas.