El diálogo serio es un instrumento válido para conseguir acuerdos. Supone una cierta tranquilidad mental y una disposición para conseguir un objetivo común con el interlocutor dialogante, siempre y cuando se busque sinceramente la verdad sin manejo interesado de las palabras. Esto hacen los científicos cuando investigan. Lo importante es el resultado de la investigación, no los pasos previos. El diálogo es previo a la verdad, a la definición, a lo específico.

La inteligencia trata de llegar a lo específico, a la realidad que pretende conocer y diferenciar, pero algunos hacen trampa con las palabras, por su evocación y se quedan en la antesala de la verdad, en lo indefinido, en el género y no en la especie.

Se puede decir, por ejemplo, que los hombres forman parte del mundo animal, pero si nos quedamos con el hombre solo en su coincidencia con los animales, no definimos del todo y de verdad al hombre. Ésta es la trampa de los que se quieren refugiar en el diálogo como si fuera el final, que no aclara nada hasta que no llegue al descubrimiento de la verdad. Dialogar, ¿sobre qué?

El diálogo no satisface a la inteligencia más que como instrumento para algo más, para aclarar y definir el tema de que se trata. Lo mismo ocurre con el llamado derecho a decidir. Decidir ¿qué? No se puede decidir sobre derechos de otros. Por ejemplo, el derecho a decidir sobre la vida de los demás no es un derecho de nadie. Si nos quedamos en las palabras “derecho a decidir“, nos faltaría decir sobre qué, pues falta lo específico. Eso son trampas dialécticas que suelen usar algunos para manejar la mente ajena, dando por definitivo “el derecho a decidir”, como si fuera una conclusión irrefutable. Es una frase incompleta, sin terminar.

Es una simple trampa lógica, dando por verdad definitiva una frase o un juicio incompleto. Confundir el género, lo genérico, con la especie, con lo específico, es un intento de engaño, no una verdad evidente.

El diálogo es la antesala del descubrimiento de la verdad o de alguna verdad, pero no es la verdad evidente en sí mismo. Así como la investigación es un instrumento del científico para llegar al descubrimiento buscado, el diálogo es un instrumento para avanzar hacia la verdad, pero no es en sí mismo la verdad.

Estos juegos dialécticos crean confusión en mucha gente de buena fe, pero, de hecho, son una falsedad y un engaño inadmisible en un razonamiento limpio. Son una trampa dialéctica.