En política el mejor error es equivocarse con el pueblo y por el pueblo. El fin de la política es el bienestar de la sociedad. Prefiero equivocarme con el pueblo mejor que acertar en su contra. En realidad, nunca se busca el error, sino la verdad, pero no siempre se consigue acertar.

Cuando se entra en política, suele empezarse por un gesto de generosidad, como suele ocurrirle a los que entran en una ONG para salvar a los emigrantes que cruzan el Mediterráneo, o se van a una misión para ayudar a los más necesitados como, por ejemplo, Médicos sin Fronteras o los misioneros.

Posiblemente lo que estoy diciendo choque a mucha gente y con razón. El político, la política suele estar mal vista. Recuerdo que, siendo senador, alguien, hablando de regionalismo, me dijo que él no era político, “y yo tampoco” le contesté. En realidad, lo que le estaba diciendo es que rechazaba la misma política corrupta que él. Pero si he de decir lo que siento, creo que entrar en política, con esa cierta ingenuidad del que comienza, va acompañado de un gesto de generosidad. He conocido a muchos políticos, desde concejales de pueblos pequeños hasta ministros y algunos presidentes, y tengo que decir que una gran mayoría eran personas honradas. El problema es que el egoísmo o la vanidad se cuelan, a veces, por la más pequeña grieta de la voluntad. Es difícil trabajar con el barro y no terminar salpicado.

Déjenme que rompa una lanza en favor de la gente que, honradamente, ha querido ayudar a los demás y no siempre le hayan salido bien las cosas, pero de entrada iban con la mejor intención de ayudar a cambiar la sociedad a mejor.

Por otra parte, no hay ningún país que pueda sobrevivir sin políticos. Si no satisfacen a todo el mundo, habrá que pensar que son un “mal necesario” e inevitable. Yo no creo que un político tenga que ser mala persona por el hecho de serlo. En todos los oficios y profesiones, el egoísmo hace sus estragos; pero el estar en el escaparate y darle mayor o menor publicidad, hace del político un personaje más vulnerable.

Este tema es opinable, sin duda, y cada cual lo verá según sus propias experiencias. La mía es ésta.

Pedro Cañada Castillo

Presidente de Extremadura Unida