Quizás, con el cumplimiento del principio de igualdad podríamos hacer efectivo aquel intento, casi olvidado, de la revolución francesa: “igualdad, libertad y fraternidad”. Si, con la democracia, se sitúa a toda persona en el mismo plano y nivel, sin que haya prevalencia de un voto sobre otro, la igualdad sería como la prueba del algodón. ¿Es verdad que los demócratas luchan por la igualdad?, ¿o es el señuelo con que algunos que quieren dominar manipulan a los que se dejan manejar?.

Sabemos que la igualdad total es inalcanzable, pero la igualdad real de oportunidades sería lo suficientemente importante como para que cada persona se sintiera a gusto con su vida en una sociedad democrática.

A sabiendas de que la igualdad no existe más que como fórmula o signo matemático, es una gran aproximación, no solo el que no sea explotado el hombre por el hombre sino el que todos los hombres puedan ejercer, con plena libertad, sus derechos más fundamentales y que nadie, bajo ningún pretexto, imponga condiciones a esos derechos mientras no sea para defender la igualdad y los derechos de los demás.

Las leyes democráticas que tratan, teóricamente, de que vivamos en una sociedad humana, humanitaria para todos, deberían ser de tal modo auténticas, que no hubiera resquicios para la trampa.

Las leyes no las hace el pueblo, sino los que dominan al pueblo, y, a veces, tienen intereses que no coinciden con los del pueblo.

No comprendemos que aquéllos que dominan en la sociedad, tengan derecho a quejarse de aquéllos que están dominando económica, social, cultural y políticamente… No comprendemos la revolución de los ricos contra los pobres, la de los señores contra los esclavos, la de los poderosos contra los dominados.

Por eso, no entendemos a algunos separatistas, que se creen superiores al resto de los españoles que los han subido sobre sus hombros.

No comprendemos, por tanto, la revolución de los supremacistas catalanes contra el pueblo, la nación y los gobiernos que los subieron a la cúspide, marginando a otras Comunidades que, democráticamente, tendrían los mismos derechos que ellos, sentimientos parecidos a ellos, amor similar por nuestra propia tierra y tienen derecho a tener los mismos medios que tienen ellos. Se ha sacrificado a otros para que ellos vivan mejor, para que luego menosprecien a los que les han dado la riqueza y los medios de que presumen.

No estamos de acuerdo con los separatistas que quieren decidir por todos los españoles lo que hay que hacer con una región que es tan nuestra como suya, nuestros derechos son nuestros, de cada uno y nadie puede decidir por nosotros. Los que han emigrado de Andalucía, de Extremadura, de Galicia o de cualquier otra parte de España porque el dinero, las fábricas, las empresas del INI y los privilegios se han ido a ciertas regiones y se ha negado la igualdad de oportunidades a otras, tienen derecho a seguir siendo catalanes y españoles sin que nadie pueda decidir por ellos. El prescindir de la mayoría de catalanes que quieren seguir siendo lo que son, es una dictadura encubierta, que no respeta el derecho de los que piensan de forma diferente a ellos.

EXTREMADURA UNIDA