Gracias al sistema digital, la nueva generación de productos audiovisuales sigue estando a la orden del día. Traen consigo una serie de mejoras sustanciales con respecto a los anteriores formatos; mayor resolución y calidad de imagen, una considerable reducción de su tamaño, más portabilidad, etc.

Lo mismo puede decirse en cuanto al vídeo profesional, tanto en la televisión (cámaras más versátiles, mejora en la transmisión de señales audiovisuales) como en el cine. Por ejemplo, el empleo de videocámaras en distintos procesos cinematográficos con registro de efectos especiales con un sinfín de aplicaciones prácticas que resultan de lo más eficaces.

Otra cuestión en la que me gustaría detenerme es en la edición de imágenes. No somos conscientes aún de cómo los sistemas de compresión digitales nos permiten desarrollar programas y softwares cada vez más sofisticados y que permiten que cualquier usuario privado con un ordenador mínimamente potente pueda montar secuencias más o menos largas de imágenes.

Así, un sistema que hace unos años solo podían permitirse productoras, laboratorios o empresas del sector cinematográfico o publicitario han pasado a estar al alcance de un mayor segmento de la población.

Finalmente, la sofisticación y perfeccionamiento de los sistemas digitales siguen contribuyendo a mejorar la transferencia de imágenes vía Internet, un aspecto que poco antes era una verdadera pesadilla para los internautas.

El futuro aún se desconoce ya que la producción de material digital es extremadamente complejo por lo que tiene de misterio matemático. Pero es eso lo que hace que aún sea más fascinante.