Que nadie piense que estamos en contra de la ciencia o la tecnología, sino todo lo contrario, consideramos que nos faltan la investigación y tecnología punta que pueden tener otras naciones para el mayor desarrollo y bienestar posibles.

Lo que trato de manifestar es el poco respeto hacia la sociedad y la “ecología humana”  cuando se implantan tecnologías nuevas sin adaptarse previamente a los hábitos sociales y a la información adecuada para no quedar a la mitad de la sociedad fuera de juego. Creo no exagerar al decir que algunas tecnologías que se están empleando en bancos, oficinas, instituciones sociales, políticas, económicas y sanitarias, reducen a gran parte de la sociedad, a un cierto “analfabetismo” al no poder usar con la facilidad necesaria los instrumentos que forman parte de su realidad y sus hábitos sociales. A veces, la ecología, tan urgente y conveniente, olvida que el objeto más importante para la ecología es el hombre, el medio en que vive con sus complejidades sociales derivadas de algo tan importante como la ciencia y, sobre todo, las nuevas tecnologías.

¿No es más lógico que la tecnología se adapte a la sociedad, en vez de poner a la sociedad “a correr” detrás de la tecnología? ¿Podríamos exigir el requisito de adaptar las nuevas tecnologías a la sociedad antes de implantarse y hacer la vida difícil y, en algunos casos imposible, a gran parte de la sociedad?

Convendría distinguir entre la ciencia en estado puro y el modo de aplicarlas, que ya supone un manejo o manipulación de la propia ciencia por parte de la tecnología para intereses diversos. Debería existir el requisito de adaptación de la tecnología a la sociedad, en la medida de lo posible, por respeto a la sociedad a la que va destinada la ciencia y la tecnología (no todo el mundo está en condiciones de seguir el ritmo y las innovaciones tecnológicas. La biología no funciona al ritmo de la tecnología).

Por otra parte, cuando las verdades de la ciencia son utilizadas por la tecnología, entra en juego la ética. No todo lo que se puede hacer, “se debe hacer”.

La ciencia, por sí misma, es aséptica. Los fines se los da el hombre con su tecnología y ahí tiene algo que decir, también, la ética, los valores éticos.

En nombre de la libertad no se pueden dar armas de fuego a un niño para jugar, o un cuchillo que sirve para determinadas funciones, pero no para jugar sin peligro.

La tecnología, en principio, está para facilitarle la vida y el bienestar a la sociedad, no para complicarle la vida o para que muchos se sientan disminuidos en sus propios conocimientos por innovaciones que deberían adaptarse, en lo posible, a quienes va destinada.

Pedro Cañada Castillo