No hace mucho, tuve una conversación con alguien muy cercano a mí. Había ido a una entrevista de trabajo a una de estas empresas de servicio multicanal.

Me contaba que venía impresionada y a la vez decepcionada, pues en la puesta en común con los demás compañeros, todos mucho menores que ella, su lenguaje y expresión oral dejaban mucho, demasiado que desear, para poder optar al puesto vacante.

Esto me hace reflexionar en cómo será la sociedad, no ya de mi pequeño sobrino Manuel, de tan solo un año, sino de sus primas que ya rondan esos años de pubertad y preadolescencia.

Recuerdo los míos con nostalgia. La educación, el esfuerzo y los valores aprendidos en mi generación han sido vencidos por el postureo, la vagancia y la intolerancia. Las faltas de respeto están a la orden del día. El maestro se ha convertido en algo parecido a un animal en extinción y la educación está siendo vejada cada día más, haciendo que el alumno pueda pasar de curso sin límite de suspensos.

¿Qué será de ellos mañana? Cuando lleguen al mercado laboral, donde la competitividad acecha. Tocarán las puertas de esas empresas donde para trabajar se exige, sí, se exige, un cierto nivel léxico, formación, y valores necesarios.

A aquellos que creen que todo va bien, y prometen un futuro seguro, trabajos estables, duraderos y derechos por todos lados, les diría que la vida enseña que todo tiene una contrapartida, esos pilares básicos, la educación, los valores y el esfuerzo. Sin ellos, nadie llega a ningún lado.

Sonia Bote