Antonio y Cleopatra se representará en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida del 8 al 11 de julio.

El humor, la acción, la total ruptura de las unidades tiempo y lugar, personajes fascinantes mezquinos, grandiosos, profundos superficiales y un lenguaje cautivador, siempre innovador, imaginativo e increíblemente lúdico son los elementos que Shakespeare utiliza para su obra. Dicen que bastaría esta obra para demostrar lo que un autor puede hacer con un tema y convertirlo en teatro.

Entrar en la obra es sumergirse en un mar de vida, de colores y formas. Imaginación reflejada en imágenes enormes, deformadas, engrandecidas, potentísimas frente al orden – la lex romana – la guerra y la ambición del poder.

Pocos textos tan modernos, tan actuales como éste porque nos muestran el retrato de una sociedad que a pesar de sus cambios aparentes continúa actuando impulsada por los mismos motores: el erotismo, el amor, la pasión, la fascinación, la ambición, la envidia, la nobleza, la lealtad, etc. Como motores eternos que Shakespeare nos regala envueltos en este viaje apasionante. Y por primera vez la muerte se nos presenta como algo funesto sino luminoso; como puerta hacia la eternidad, hacia la trascendencia, hacia el auténtico sentido del ser.

Encabezando ese maremágnum dos personajes excepcionales, dos dioses que viajan en su órbita infinita ensombreciendo todo lo que está a su alrededor. Despiertan odio y amor, admiración y resentimiento. Pero ellos viajan por la vida hacia la muerte ajenos la mayoría de las veces a estos sentimientos.

El mundo racional quisiera apagarlos, engullirlos, domarlos pero ellos, ínfimos y supremos, místicos y materiales, profundos y superficiales sigue su viaje como dos cometas que iluminan e iluminarán nuestras vidas. Su estela nunca dejará de brillar.

Jose Carlos Plaza