Podría resumirse una gran parte de la ética y moral correcta en no producir sufrimiento, ni angustia, ni pena, ni desaliento siempre que sea racional, verdad, bondad.

Es obvio y evidente, que toda persona tiene que defenderse ante el mal y la maldad de otras personas, incluso ante el mal y la maldad que surge de uno mismo. Pero dejando todo ese capítulo aparte, la mayoría de males, sufrimientos, angustias, desalientos, frustraciones, penas se producen porque un individuo A le produce a otra persona B, o un colectivo A a otro B, o una ideología A a otra B, un sufrimiento sin verdad, sin necesidad, sin bondad, sin racionalidad moral suficiente…

Si miramos el siglo veinte, que hay que indicar, como las paradojas de la vida y de la existencia, en Europa, fue un siglo enormemente rico y lleno de riquezas en todos los sentidos, por ejemplo, el estado del bienestar, derechos individuales y sociales como jamás habría soñado el ser humano que serían realidad aquí en la práctica, derechos personales como jamás podríamos haber pensado que se harían realidad.

Pero también, es cierto que en ese siglo XX se crearon hecatombes, como jamás podríamos haber soñado, campos de concentración por toda Eurasia, como jamás podría nadie haber diseñado, y, campos de concentración-exterminio, al menos en Europa seis, que eran fábricas industriales de la muerte, a niveles masivos. En algunas de esas “fábricas”, pudieron llegar a morir cada día más personas que los coches que Ford podría producir cada día…

Hemos indicado que todo sujeto, tiene derecho a su propia defensa, si la gacela no corriese ante el ataque de los leones, hace muchos millones que dicha especie se habría terminado y extinguido y no habría evolucionado. Pero aunque aceptamos que la defensa justa, el cuidar de la propia vida es un deber personal ineludible, parafraseando a Tomás de Aquino, el deber de defensa de la propia vida, es un deber esencial en el ser humano, en cada individuo. Aceptando esto, después, quizás, una de las grandes normas morales, cambiando “haz al otro lo que tú deseas que te hagan a ti, en las mismas circunstancias y situación”.

Sería plantear el mandato universal, pero en forma negativa “no produzcas sufrimiento, no produzcas angustia, no produzcas pena…”. De este modo, uno si se analiza en sus palabras, deseos, actos, gestos… tiene que analizarse, si “son acciones de la justa defensa”, o, si no lo son, “son acciones buenas y en verdad, o, son acciones, no buenas y no en verdad, porque producen sufrimientos y angustias y penas en otro…”.

Nadie puede negar, que el cirujano tiene que realizar una acción, que produce un pequeño sufrimiento a un paciente, pero es para curarle una dolencia. Pero un cirujano, sigamos con el símil, no puede cercenar un brazo a un paciente, solo por realizar un experimento o por comprobar cualquier cosa, o, por el deseo psicopático…

Pongamos por caso, los escritores y escribientes y escribanos, en los que yo, me puedo encuadrar, aunque sea modesto en todo este oficio. Con una frase o una idea o una oración o un enunciado, debo analizar si busco con ella y en ella, verdad-realidad, verdad-bien instrumental, verdad-bien moral, verdad-bien espiritual… Primero, tengo que analizar que una frase disponga de esos parámetros. Y, en segundo lugar, sea verdadera y bondadosa y racional y útil y eficiente, en la medida que pueda mi inteligencia y mis conocimientos y mi sensibilidad y percepción, si es posible, “no haga daño, no produzca sufrimiento, no produzca pena, no produzca angustia…”.

Es cierto, que es imposible, en una página de mil palabras, que todos los matices del tema que trates, gusten a todos, incluso, sean verdad en su totalidad. Pero aunque haya que criticar negativamente, una opción y otras soluciones posibles, que a otros no les gustarán, pues hacerlo con comedimiento, medida, mesura, respeto, racionalidad, argumentos, datos… De tal manera, que si ese escrito llega a una persona que no le gusta esa solución, o se siente interpelada, incluso aunque sienta que es contrario a sus intereses y sus deseos, no se sienta herida, no se sienta que se le ha atacado con saña e inquina y rencor y maledicencia, sino que existe un escribiente, en este caso yo, que me he puesto como ejemplo, que piensa de otra manera…

Y, cómo esto en la vida, mil detalles y mil realidades y mil circunstancias y mil causas y mil casos. En los que la moral y la ética, no es hacer grandes cosas, ni siquiera es dar un pequeño vaso de agua a un sediento, que también eso es la moral correcta, sino “no hacer daño, no hacer sufrimiento, no hacer angustia, no hacer pena –a no ser que sea por justa defensa de uno mismo…-”.

Porque no produciendo sufrimiento-angustia-pena, se hace algo muy grande, que no es hacer al otro un mal, un mal de palabra, un mal de deseo, un mal de pensamiento, un mal de palabra, un mal de escritura, un mal… ¡Has evitado un mal, que nadie se dará cuenta, pero que esperamos que el Buen Dios lo apunte en su libro…! ¡Habrás hecho un bien, grande o mediano o pequeño, al no hacer un mal…, aunque nadie sea consciente de ello…!

Recuerdo que cuenta, me parece, Sánchez Mazas, que en un monte en lo alto, un republicano le apuntó con su fusil, durante unos segundos, que se le hicieron eternos, y, el futuro escritor y escribiente, no podía hacer nada, solo se le quedó mirando y callado y quieto en silencio, pero el soldado del fusil que estaba en el bando contrario a Sánchez Mazas, al momento bajó el fusil y se marchó…

¡Nadie conoce la identidad de ese soldado, nadie conoce si salió de aquella hecatombe de la guerra civil con vida, nadie sabe, si se quedó en España o se tuvo que exiliar, nadie sabe si terminó su vida en su aldea o pueblo produciendo tomates o vendiendo cebollas o estando de botones o de un alto cargo en la sociedad… nadie sabe, si aquel soldado que no apretó el gatillo fue feliz en la vida o fue un saco de desgracias y sufrimientos, nadie sabe, si llegó a conocer, aunque fuese de oídas, que aquel que salvó se convertiría en un notable periodista y articulista, y padre, de uno de los grandes escritores de la segunda mitad del siglo veinte, nadie sabe, si alguna vez, se cruzó por alguna calle de alguna ciudad del país con Sánchez Mazas, y si lo reconoció… jamás, sabría eso y nada de aquel soldado que apuntó en lo alto de un monte, creo de alguna zona de Aragón…

Pero aquel soldado que no apretó el gatillo, ni siquiera lo quiso tomar como rehén o prisionero, aquel soldado en aquel monte vacío en lo alto, aquel soldado hizo un enorme bien a otro ser humano, sin conocerlo y sin saber quién era, ni quién sería…!

JMM Caminero