La familia Pérez es una de tantas familias que vivieron algunas de las muchas guerras pasadas. El bisa, el abu y padre de cualquier casa de la España rural que Delibes reconstruye en este texto antibelicista publicado en 1975 y adaptado, en esta ocasión, por Eduardo Galán bajo la dirección del director Claudio Tolcachir y protagonizado por una pareja de lujo: Carmelo Gómez y Miguel Hermoso.
La guerra se convierte en protagonista indiscutible ya que, como cita el protagonista en una de sus primera intervenciones al inicio de la función: “todos tenemos una guerra como todos tenemos una mujer”. Y es que, al final, la guerra es universal y comparte temas comunes a todas las guerras como: la violencia, el sufrimiento, la libertad, el perdón o la culpa.
Carmelo Gómez interpreta a Pacífico, un personaje poliédrico, variable, cargado de matices y, sobre todo, muchas contradicciones: bondad y maldad, pacifismo y violencia, inocencia y astucia. Como su propio nombre indica odia la violencia pero a la vez le posee.
A la escucha del relato el Doctor Burgueño, interpretado por Miguel Hermoso, porque “Las guerras de nuestros antepasados” son los relatos y cuentos de ayer que explican en parte como somos a día de hoy.
Eduardo Galán firma la adaptación y el resto del equipo artístico está compuesto por: Juan Gómez Cornejo el diseño de iluminación. Mónica Borromello la escenografía, Yaiza Pinillos el vestuario y Manu Solís el espacio sonoro.
“Las guerras de nuestros antepasados” llega al Teatro López de Ayala de Badajoz el próximo 5 de abril.
NOTAS DEL DIRECTOR
El teatro, al menos para mí, revalida su sentido cuando nos permite indagar en el alma humana, nos enfrenta a nuestros propios prejuicios proponiendo preguntas que quedan rebotando entre el corazón y el pensamiento en un dialogo revelador. Este texto brillante y profundamente humano se nos presenta como un laberinto atrapante que florece en cada giro, impregnando nuestros sentidos de imágenes, perfumes, texturas. Pero también es un laberinto mental, una especie de thriller que hurga en la mente de un ser lleno de matices y contradicciones.
La violencia, el odio como una especie de herencia ineludible de la que no se puede escapar, es el punto de partida para ingresar en un universo de seres tan particulares que se vuelven universales y nos permiten mirar nuestras propias historias, nuestras propias herencias en un mundo que parece una y otra vez pensar que la guerra es de alguna manera una forma de vivir.
Personalmente, agradezco el inmenso honor de poder dirigir una obra de semejante envergadura con un equipo artístico extraordinario y un elenco realmente descomunal que desde el primer día de ensayos hizo de esta experiencia algo apasionante y trascendental.
No tengo dudas de que el viaje conmovedor que hemos vivido nosotros traspasará también a cada espectador, convirtiéndose en lo que soñamos que sea el teatro: un hecho transformador.
Claudio Tolcachir
NOTAS DE EDUARDO GALÁN, ADAPTADOR DEL TEXTO
Un grito contra la violencia de las guerras es la línea maestra de la novela de Miguel Delibes Las guerras de nuestros antepasados, publicada en 1975. Desde el nombre del protagonista, “Pacífico”, hasta el final terrible de la obra, el autor vallisoletano defendió a lo largo de sus páginas la paz frente a la guerra y la no violencia como camino de vida.
Como adaptador he querido destacar el carácter complejo de Pacífico Pérez, su sumisión a los poderosos, su resignación casi franciscana ante un destino grabado en su memoria desde la cuna con las historias de las guerras que le contaban el Abue, el Bisa y Padre.. He respetado el esquema original de la novela de las siete entrevistas mantenidas por Pacífico con el psiquiatra de la prisión. En ellas se expresa con plena libertad y con el mejor lenguaje rural castellano, que con tanto acierto le concedió su autor original.
Debo reconocer en estas líneas, ante todo, la gratísima colaboración recibida por parte del actor Carmelo Gómez (natural de un pueblo de León), que con tanto entusiasmo como conocimiento ha trabajado conmigo para “pulir” la última versión del texto que ahora presentamos. Y, por supuesto, agradecer a Jesús Cimarro su apasionada y comprometida participación en este proyecto desde el minuto uno.
Eduardo Galán
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