Hoy, hay días, que entras en tu cabeza, y, no surge el borbotón del artículo. Es mentira que surja del momento, puede estar dentro años o décadas, sin exagerar.
Pero hoy, no me he puesto a redactar el hormiguero de palabras, sino he buscado las bases de un premio de articulismo o periodismo en la ciudad de Cáceres, al que me presento año tras año, y, año tras año recibo el silencio. Es lógico, al final, todo queda, es más fácil, en el círculo de los periodistas profesionales, y, de los catedráticos de literatura, y, de los escritores consagrados, en ninguno de esas áreas o conjuntos de realidades estoy enclavado. Más ahora, toda la vida observando y pensando y escribiendo, y, ya estando en la Tercera Edad. No soy como otros, no me engaño, no me miento a mi mismo. Ya, estoy con la beca dada por el Estado para llevar a mi descendienta al colegio.
No digo que me otorga la Sociedad-Estado una pensión de jubilación, sino que me otorga una beca de estudios cuya finalidad es llevar y recoger a mi descendienta al colegio y, de escribir un artículo cada día laboral, y, una viñeta también. Estoy contento con este trabajo. Quizás, haya sido el mejor que mis ojos y neuronas y células haya tenido. Nunca me he quejado del trabajo, porque creo que en la vida, hay que hacer esta realidad, si fueses una gacela todo el día estarías buscando hierbas y todo el día intentando no me coman. Bueno, pues mi trabajo ahora es la beca de jubilación que el Estado me otorga, una finalidad y función que se ha conseguido en este último siglo, con incipientes en el diecinueve, de becas a la jubilación, después de milenios, si milenios de búsqueda de una solución a las personas que llegan a una determinada edad. Bueno, decíamos que voy de un periódico a otro, buscando un tema, porque quizás el buscar las bases de ese premio de periodismo me ha obnubilado la mente y la inconsciencia. Si al final, nunca me otorgarán ningún premio de y sobre el articulismo. Porque no tengo estrellas. Aunque toda la vida haya estado dándole a la tecla y a la pluma. Qué más da. Quizás sea así la vida. No tenga suficiente talento. Quizás, tampoco ingenio, ni suficientes conocimientos, ni todos los vectores de la escritura. Aunque a veces, he pensado que he roto moldes literarios y en algunos caminos del pensar. Pero después viene la realidad. Buscando en ese nuevo artículo me he encontrado que el The New York Times, además de mil columnas sobre las elecciones americanas, Trump y Harris, existe un artículo largo redactado por Chris Huntington, publicado el 26 de octubre del 2024, titulado: Cómo aprendí a medir el tiempo a través del amor y la pérdida.
Por supuesto que se fija en cuestiones históricas biográficas, del amor y del desamor, del trabajo y de las relaciones humanas, bueno, puede usted leer este artículo en el Times, y, también el ensayo que escribió al que se refiere, aunque no sé dónde le puede encontrar. Pero esta es la vida, se van dejando cosas y se van recogiendo cosas. A cierta edad, se mira demasiado al pasado, sin querer mirarlo. Este es el drama. Por eso, siempre se ha indicado que las grandes tentaciones están en los monasterios y conventos. Cuándo las personas empiezan a llevar una vida reglada, monótona y siempre igual en horarios. Entonces, surgen las fuentes profundas del ser y del estar humano. Entonces, las pasiones y deseos medio encogidos surgen y resurgen. También la memoria, también las tentaciones. En la vida normal y rutinaria sufrimos tentaciones y pasiones y deseos y lívidos/líbidos, diríamos normales y rutinarios, siempre mezclados con obligaciones, pero en la vida quieta y en quietud, surgen las grandes tentaciones al mal, tentaciones psicológicas, morales, espirituales, recuerdos, y, quién sabe mil otras cosas.
Las grandes tentaciones de san Antonio Abad, que está en toda la literatura y en multitud de cuadros, y, no sé, si se entenderá, porque para entenderlas hay que tener conocimientos mínimos, igual que para arreglar un grifo. En la tercera edad aumenta el tiempo, no hay que instalar el reloj con campana -que suena a mil colores para levantarte y coger el metro para ir a la fábrica-, ninguno redobla el eco de la pared, ni la sinfonía novena de Beethoven, ni tampoco a Mozart o Bach, ¡ay, el gran Bach, la gran música religiosa luterana… nosotros los católicos de cultura, tenemos la Capilla Sixtina, los luteranos de cultura tienen a Bach, el gran Bach, después de Bach –lleno y relleno de hijos y de melodías en su cabeza–, no hay nada nuevo, no se enfaden los bethovenianos, ni los mozartianos…! –Hasta yo que estoy medio sordo musical lo reconozco-. Pues en ese tercer periodo de la vida, surgen y resurgen del inconsciente y semiconsciente muchas voces, al principio, todos y todas las manos-bocas-cerebros-piernas, hacen mil actividades, después, los tiempos y los espacios llevan a los recovecos de asumir la conciencia e inconsciencia. Muchos no pueden soportarlos, las mujeres lo llevan mejor que los varones.
Esa parece la percepción… Hoy, como le he indicado, he estado buscando un tema para el artículo, después una tesis y orientación. Y, hoy, he recordado a Ruano a través de Umbral, y, a Umbral a través de todos los que han venido al lado y al mismo tiempo que él. Y, a todos los de ahora, incluso más jóvenes que yo, que están en este redil del articulismo de opinión…
Hoy, no he encontrado un tema para el artículo. Aunque no soy sincero con usted, hoy, he hallado el tema de usted mismo, de usted lector/a, hoy, estoy hablando de lo profundo de usted. Aunque usted no lo crea. Le estoy hablando del amor y desamor y del espacio y del tiempo de usted. Este artículo se merecería un premio, un premio que nunca le otorgarán, porque posiblemente esta columna tampoco la presentaré a ningún concurso de articulismo de opinión…
JMM Caminero
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