Nerón pasó a la historia como el emperador que provocó el incendio de Roma para llevar a cabo la reconstrucción de la ciudad según un nuevo proyecto urbanístico moderno y artístico. Los estudios históricos actuales consideran que, en realidad, Nerón no incendió Roma, pero que, una vez incendiada la ciudad, sí aprovechó para reconstruirla a su gusto. De hecho, podemos considerar a Nerón como el emperador artista, amante de la cultura y de todas las artes. Esto no significa que no fuera a la vez un tirano cruel y déspota, como era lo habitual en su tiempo, capaz de asesinar a su madre Agripina, a su hermanastro Británico, a su primera mujer Octavia y, de alguna manera, a su segunda mujer Popea.
Se casó luego con un esclavo al que ordenó castrar y vestirse como la emperatriz recientemente fallecida. Quiso sobrevivir al juicio de la historia como artista: cantaba, tocaba la lira, componía versos, recitaba e interpretaba obras teatrales. También reavivó los juegos olímpicos para participar en ellos. Además, fue el responsable de la primera gran persecución de los cristianos, a los que acusó del incendio de Roma.
El Nerón que llega a Mérida muestra cómo, a lo largo de la historia, los pueblos cometen siempre el error de permitir la tiranía de locos sanguinarios, por acción u omisión de los que están cerca del tirano.
Nuestro Nerón es un drama histórico, lleno de fuerza y pasión, desarrollado mediante una estructura moderna (varios flash-back y escenas simultáneas con espacios variados: desde el palacio o el teatro romano de Nápoles a las catacumbas). El argumento se inspira en la célebre novela Quo vadis?, de Henryk Sienkiewicz, y en textos del novelista Petronio (consejero suyo) y del historiador Suetonio. El espectador podrá recordar la famosa película protagonizada por Robert Taylor, Peter Ustinov y Deborah Kerr. Por la obra desfilan personajes históricos y ficticios como Petronio, Marco Vinicio, Agripina, San Pablo, Ligia, Popea, Tigelino o Esporo.
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