Y, adultos y adultas vestidas como adolescentes. Se dice en Paris que las adolescentes visten como sus madres, las madres como sus hijas.

Es obvio y evidente, que la moda ha cambiado la realidad social. En multitud de aspectos. Deberíamos indicar la manera de vestir y lo vestido. Pero no solo de niñas, adolescentes femeninas, de mujeres, jóvenas, de mediana edad, y, de edad más avanzada, sino también de varones en todas las edades reales y posibles. Ves niños y niñas de primero infantil, tres años, vestidos como adultos y adultas adolescentes en las puertas de las escuelas y colegios…

En estos lustros anteriores, te cruzabas con personas por las veredas de la vida y de la calle. Y, unos los conocías de algo, a otros, de percibirlos con la mirada en los encontronazos de las aceras. Y, estos, iban vestidos de una manera, sea de un modo o sea de otro. Y, de la noche a la mañana, cambiaban su mirada de sus ropas y sus peinados, lo que nos querían indicar antes, con una vestimenta, ahora nos lo expresan de otra.

Han cambiado. Al cabo del tiempo, ese cambio, esos vaqueros y esos nuevos peinados, se debía casi siempre, a una ruptura matrimonial. Y, de la noche a la mañana o de la mañana a la noche cambiaban la mirada, entraban en el toreo del amor, pasaban las noches lúgubres del desamor, y estaban mostrando que deseaban buscar nuevos caminos a esas nuevas posibilidades…

Era niño, casi adolescente, cuándo en nuestro terruño patrio, al menos, en muchos aspectos de la realidad y de los nichos sociales, el fallecimiento de un hermano del padre o de la madre, más si eran sus progenitores, lo normal era ponerse una camisa negra los adultos. Y, con ella estar, unos meses, un año, o, incluso dos o tres años.

Era la forma y manera tradicional, posiblemente de siglos, de mostrar el luto, el duelo, el dolor de la pérdida. Era la manera de curarse por dentro. De ahí, se indica que Felipe II, rey o emperador de medio mundo, como tuvo tantos fallecimientos y tantos casamientos y, vuelta a tantos fallecimientos, el gris y negro acabó siendo su vestimenta natural. De ahí, se decía en las Cortes Europeas, que la Corte Española de Felipe II, era la más triste de todas, siendo el dueño de medio mundo.

El refrán y máxima y coletilla tradicional y popular, aquella “de que los tiempos cambian una barbaridad.”. Se aplica también a esto. Qué le vamos a hacer. Todo cambia. En un siglo han existido revoluciones en todos los campos: sociales, culturales, religiosos, políticas, económicas, artísticas, y, la moda y el modo de vestir, e, incluso de hablar, pues se ha revolucionado en el silencio de las tardes de los ojos. Todo cambia, y, todo el mundo quiere sentarse en el tren de la corrección en todo, también del vestido.

De niño, también me tocó otra revolución, no solo la de los colores y las formas de vestir, y de las formas de hablar, como antes hemos indicado, sino de la “minifalda”, Hubo dos revoluciones del vestido que se interrelacionaron, el bikini, en las playas, que ya saben ustedes, que en el atolón de Bikini, en el Pacífico, estalló como prueba un arma nuclear, y, se impusieron, dos piezas para el baño, que por cierto, en pinturas murales de Micenas, ya se encuentran representados, pues se adoptó ese nuevo cambio.

Diríamos, de esos trajes de baños largos, se pasó a la revolución del bikini –revoluciones no solo existen políticas, económicas, sino también sociales, y, el vestido es una parte de lo social-. Esto, se radicalizó, y se pasó al top-less, que ahora, quieren castellanizar, con un españolismo… Y, algunos movimientos radicalizaron más las posturas, y, se llegó al desnudismo en playas y aledaños…

Pero hubo otra, que quizás, fue más real, porque no todo el mundo iba hace cinco décadas a las playas. Una revolución desde la falda por debajo de las rodillas, se fue ascendiendo a la altura de las rodillas, y, de aquí un poco más alto de la rodilla, y, se terminó con la falda corta o cortísima –con todos los nombres que ha ido poniéndose a lo largo de estas últimas décadas-.

Para algunos, esta “revolución de la vestimenta de la mujer” ha sido la gran revolución en este terreno, porque al mismo tiempo, de todas las maneras y formas, se fue reduciendo la ropa del torso, quizás, con triángulos para que se intuyeran los dos montes de Cárpatos o de los Alpes o del Urales, ese par de realidades humanas de todos los primates. Y, también se fueron acortando en distintas medidas…

No solo estamos hablando de cambios en los vestidos y en las formas y en los talles y en los colores, también se produjo una explosión de color. Sino que acompañándolo, vinieron colateralmente, revoluciones sensuales y perceptivas y sexuales. Y, el mundo cambió.

Y, con ello, con el ariete del vestido y de la ropa y de la vestimenta y de la moda, vinieron cambios antropológicos, psicológicos, sociales, sexuales, culturales y, en todos los terrenos. Es cierto, que un cambio social, no solo está producido por una variable, sino por varias o por muchas. Pero la ropa ha cambiado en sí, y, ha cambiado de forma radical, y nos ha cambiado de forma radical. Esta es la realidad… ¿¡Ahora hemos caído en la adoración del cuerpo, y, el cuerpo de un determinado forma y modo y manera, somos adoradores del cuerpo, hemos olvidado al Dios de siglos y, somos adoradores del cuerpo y de su belleza…!?

De ahí, los bebés y niños/niñas pequeños/as van vestidos como adolescentes, y, los/las adolescentes como adultos/as, y, las madres/padres como adolescentes. ¡Al menos en Occidente, al menos en Europa, al menos en España…! ¡La revolución de la ropa, que los grandes teóricos de las revoluciones nunca predijeron, Marx, Freud, Nietzsche, y, es quizás, la más constante y la más radical y la que más consecuencias tiene y ha tenido y seguirá teniendo…! ¡Porque son causas y consecuencias de cada día y en cada día…!

JMM Caminero