Aseguraba Francisco Hidalgo (Algodonales, Cádiz, 1985) bailaor y coreógrafo, que su obra ‘Moscas y Diamantes’ era “un profundo viaje de introspección a través de la obra pictórica del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín”. Si esa era la intención, el algodonaleño lo ha conseguido. El pintor ecuatoriano aseveraba que su pintura era “para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente” y eso precisamente ha sido lo que Francisco Hidalgo ha provocado en un público, el pasado 5 de marzo en los Museos de la Atalaya dentro del marco del Festival Flamenco de Jerez, que mantuvo la respiración junto con la de Hidalgo hasta un aplauso coral final, en el que se vitoreó la sencillez, la honestidad y la maestría. El artista que, abrazado por la guitarra de Antonia Jiménez, elevado por el cante de Miguel Ortega y envuelto en la percusión de Iván Mellén, que también ejerció de chamán, consiguió que el público de Jerez se reconciliara con el Festival después de algunos “sustos o muertes” de este año. No ha sido su caso.
Hacía tiempo, que la que les escribe, no se sentía tan respetada como público. La dirección escénica de Carlos Chamorro centró en el escenario un árbol de pvc que estremecía y te invitaba a latir con él. De hecho, siempre pensé que representaba a un corazón. Un músculo emocional que te lleva en volandas por este viaje iniciático de danza y pictórica como medio de exploración del alma humana. Taranta, minera, taranto, tangos de Málaga, verdiales, malagueña, rondeña, fandangos de Lucena, fandangos de Granada o Fina estampa de Cachuba Grande para una experiencia artística y personal. ¡Qué gratificación para el artista y el aficionado reconocerse en el lenguaje del respeto y el profundo amor al arte! ‘Moscas y Diamantes’ merece un recorrido, girar, y ser expuesto y vivido por todos los que amamos el arte. En realidad, esta obra es un regalo. El regalo que nos ofrece el que perdió el miedo, y se encontró a sí mismo. Pasen y lean.
¿Cómo se siente?
La verdad es que estoy tranquilo, feliz. Siento la satisfacción de haber conseguido y haber cumplido el objetivo. Ahora ya me siento con los pies en el suelo. Lo que la crítica y el público me transmite es muy positivo. Siento que el trabajo está bien hecho.
¿Qué cree que pensaría Oswaldo Guayasamín de ‘Moscas y Diamantes’?
Espero que me dijera que su obra está reflejada en el espectáculo. Él llegó a mi porque estudiando Pedagogía del arte, en un trabajo de Historia del Arte, buscaba pintura impresionista, y de repente me apareció la pintura de Oswaldo; tengo esa imagen de una de las series de ‘La edad de la ira’* me vi totalmente reflejado. ¡Ese era mi cuerpo, mi forma…, era yo! A partir de ahí me puse a investigar sobre este artista y cada vez me sentía más, y más identificado con la deformación de las líneas, el rostro…, en la residencia de investigación en el Centro Coreográfico Canal de Madrid (compañía residente 2022) junto a Belén Maya comenzamos el trabajo de investigación para llegar a otros espacios de movimiento a través de la pintura. Allí poníamos los dibujos en grande en las paredes, y a través de movimientos, de impulsos que me provocaban esas pinturas comenzamos a desarrollar esta obra. No eran ejercicios convencionales, buscábamos como podíamos romper… Cada cuadro me provocaba un estímulo diferente en el cuerpo…
También provocó en el público estímulos diferentes mientras en silencio, deambulaba entre el público que accedía a la sala…
Fue muy curioso porque era la primera vez que lo hacía; tanto en Ronda como en Madrid Danza fue (este proyecto cuenta con el apoyo del Centro Coreográfico Canal de Madrid, el Teatro Vicente Espinel de Ronda y la Fundación Unicaja) lo hacía sobre el escenario, pero en Jerez quise probarme. Quería saber hasta dónde podía llevarme y pensé en hacerlo en el patio de butacas, pero al ver el patio del museo, Carlos Chamorro me dijo: ¿te imaginas?, ¿eres capaz? Hicimos unos ejercicios por la tarde conectando conmigo, visualizando como sería…, y me sentí bien, me sentí super cómodo. Entré en un intenso estado de concentración en el que me mantuve en blanco. Ha sido un aprendizaje romper el miedo al público, acercarme a él. Me he dado cuenta de que he roto muchas barreras internas que me ponía.
¿Qué ha aprendido?
He aprendido a relajarme y a disfrutar del momento; he aprendido a no tener expectativas. Cuando llegas el primer año a Jerez de la Frontera que es el epicentro de los espectáculos, ¡quieres que te vea todo el mundo! Pero este año he venido desde la tranquilidad. He aprendido a bailar desde la verdad. Hay que estar cómodo en el escenario, y bailar desde la calma y el disfrute.
¿Qué le ha dicho el Francisco Hidalgo de ahora al niño de Algodonales?
(Francisco se emociona y tardamos unos minutos en recomponer la charla)
Se emociona…, ¡qué silencio más bonito!
Lo he pensado estos días después de que ha pasado todo, pero no me lo había preguntado…, no lo había exteriorizado, pero le he dicho, a ese niño que fui, que estoy muy orgulloso de él después de todo lo que ha pasado…
¿Tanto ha sufrido?
He sufrido mucho, pero me siento muy orgulloso, con la lucha que he tenido sobre todo con mi padre…, me siento orgulloso de haber llegado hasta aquí, sin la mano ni la ayuda de nadie; solo por amor a la danza y al baile. Las emociones internas me están llegando ahora que he bajado de la nube de todo…, el aprender desde la calma, desde que te de igual lo que te diga la gente (en el buen sentido de la palabra), que no te hagan cuestionarte a través de los ojos de otros. Antes sufría mucho bailando. Era una etapa, es una etapa que necesitaba pasar para llegar a una forma de bailar, a encontrar esa personalidad que yo busco, ese Francisco Hidalgo que no recordara a nadie. Siempre he estado encorsetado, con miedo…, esto ha sido una liberación. Para mí, esto ha sido un antes y un después.
Palop Flamenco
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