Si la Bienal de Flamenco de Sevilla ha alcanzado la mayor recaudación de su historia superando el millón de euros, y la asistencia de 39.900 espectadores ha sido por la calidad, innegable, de la mayoría de sus obras. Una calidad, que llega a la excelencia, si hablamos de Olvidadas (A las sinsombrero) de Mercedes de Córdoba. Una pelea con el baile y una exquisitez coreográfica y escénica para recuperar, de la desmemoria, a aquellas mujeres, intelectuales españolas, que pasearon por la Puerta del Sol quitándose el sombrero en público, transgrediendo así, la norma establecida, y de forma metafórica, liberando las ideas y las inquietudes. Un término acuñado en 2015 que llega ahora, a su máxima expresión, en su vertiente escénica. Sin duda, un paso adelante valiente y justo y una obra de arte, para quitarse el sombrero. Enhorabuena.

¿Por qué se acordó de ellas?

No me acordé, tengo que ser sincera. Tenía un proyecto entre manos en el que estaba empezando a trabajar. Buscando por internet el título, ideas, formas de hilar…, las encontré. Las descubrí porque esto no nos lo han enseñado. No conocía esa dimensión de mujeres que estaban tan, tan en el olvido y esa noche, ni siquiera pude dormir; me puse a buscar cosas, visioné el ‘Imprescindibles’ de TVE2 sobre ellas y me quedé enamorada, como decimos nosotros, ‘cogidísima’. Era por enfado, por no haberlas conocido antes, por el sistema, por el propio hecho de ser mujer y no tener conocimiento de ese legado. Por la mañana, sin dormir y con ellas en la cabeza, le dije a Campallo (Juan Campallo, guitarrista y pareja de Mercedes): “cambiamos de proyecto”. Olvidadas (A las sinsombrero) es el rescate de todas ellas; es un grito para que no pase más, y para seguir en alerta y tener cuidado.

¿Qué le han enseñado ellas a usted?

Me han enseñado a sobre todo a tener conciencia que es lo que quiero con este espectáculo; a querer y aceptar la oscuridad y las sombras, porque existen; a no tener miedo a la tristeza y a la pena. No querer ver el dolor es, uno de los problemas de este mundo y por eso lo muestro en el espectáculo sin ningún tipo de miedo. La cultura no es entretenimiento y el flamenco para mi es cultura y un arte. Es un espectáculo para liberarlas a ellas y también habla del impacto que produjo en mí. Ellas, Las Sinsombrero, son las que me han liberado a mí.

Para trabajar toda esta obra, ¿se puso en contacto con algún familiar, con alguien cercano a ellas?

Si, sí. Gracias a Juan Alfonso Romero y otros contactos me puse en contacto con la familia de Marga Gil (Marga Gil Roësset, escultora e ilustradora (Madrid 1908 – Madrid 1932)) concretamente con su sobrina, una octogenaria que me permitió ir a su casa, tocar las obras de su tía, su ropa…, ese día fue impactante. Después de unos meses estudiando, investigando…, encontrarte directamente con la familia, ver todos los originales…, me harté de llorar. Marga Gil ha sido la que más me impactó. Se suicidó con 21 años. Marga Gil Navarro sobrina de Marga Gil Roësset formó parte en el elenco de ‘Infinita’ Work in Progress presentado en Jerez marzo de 2024) y en el estreno de ‘Olvidadas’ en Sevilla, el pasado 28 de septiembre, ha venido con su marido, su hijo y su nuera de New York, expresamente a verlo.

¿Y qué le dijeron?

Alucinaron, ¡muy bien! Pero es cierto que ‘Infinita’ (Work in Progress. Festival de Jerez, 2023) acabó convirtiéndose en todo un homenaje a ella, donde su sobrina hablaba, leía las cartas personales de su tía. ¡Me tiré la hora de la performance llorando! En las Bodega Don Jorge ( Museos de la Atalaya), con una estructura blanca, proyectamos sus obras que eran increíbles; sus sombras, y esos demonios que tenía en la cabeza porque este mundo se le quedaba pequeño, y más en esa época!. Imagina que, no es que seas artista, es que eres un genio, y no te dejan realizarte. Es tremendo. Solamente mirar sus ojos, esa melancolía…, la mirada de Marga me dejó totalmente impactada.

¡También la suya nos dejó a nosotros! La vimos gritar en silencio; moverse sin dejar de clavar sus ojos al público…, nos miraba, pero, ¿nos veía?

No, yo en esos momentos no veo mucho. Veo más allá, pero no lo que está pasando ahí. Pienso que es uno de los proyectos de los que más segura estoy. Me han llegado a decir que, si había vivido algún tipo de trauma tras ver el espectáculo por ‘como me dolía’ pero les decía que no, que, gracias a Las Sinsombrero, no lo estamos viviendo ninguna.

¿Podríamos decir que estamos ante su mejor obra?

Es de la que más segura estoy, porque la seguridad es muy importante y creo que hay un cambio, un paso grande, lo noto. Lo noto coreográficamente, a la hora de crear…, todo ha surgido de forma visceral. Ha habido días que he montado coreografías enteras, a pesar de momentos personales complicados, giras, viajes…, cada vez me cuesta menos expresarme y esta vez, aunque ha sido difícil, lo tenía todo muy claro. Yo empiezo a escribir notas, ideas, y no estás pensando en realidad. La sensación no sé explicarla, pero es volcar todo lo que tengo en la cabeza…, ¡yo es que no paro! El otro día ya le estaba preguntando a Juan: ¿y cómo será el próximo? Y él me decía: ¡Por favor, para! (se ríe)

“Yo siempre quise ser algo”, un mantra recurrente durante toda la obra. ¿Qué quiso ser o qué quiere ser Mercedes de Córdoba?

Yo quiero ser yo, que no es poco. Quiero ser feliz, tener salud y mi familia también; y que me dejen expresarme y sentir, durante toda la vida, como hasta ahora lo hago. Lo más importante es ser uno mismo, siempre abierto a cambios, pero siendo cada vez mejor persona.

Desde el andamio, como atalaya de salvación, observaba el sufrimiento que bajo el fascismo sufrieron esas, y otras tantas mujeres…, ¿qué sentía?

Si le digo que ni me acuerdo… cuando comenzamos la obra dije que quería subirme en alto, ¡no sé decir porqué! me ofrecieron el marco de un cuadro…, yo no sé porque pero empecé ver hierro, quizás por la frialdad; veía a los músicos en alto…, el primer día que tuve el encuentro con las niñas (las bailarinas/bailaoras Alejandra Creo, Marta Cañizares y Polina Sofía) y Juan (Juan Campallo), me pasé por un bazar y empecé a comprar todos los elementos que luego estuvieron en la obra; cubos, cuerdas, farolillos, los pañuelos morados…, no tenía idea, era pura intuición. Tenía la obra totalmente interiorizada.

¿Y cómo se mete en el pentagrama una lección de historia como ésta?

También un díametí clásico…, soy muy de cabeza, y si me preguntas por los nombres, ¡se me pasan! Yo me quedo con el más allá de las cosas, con los sentimientos, y al igual con los nombres, me pasa con la música. Es como el vals que aparece en la obra… todo ha funcionado. Nosotros siempre creamos en casa, en el sofá y en el momento. Empezamos las cosas sin saber; Juan saca la guitarra y empiezo: ‘esto me gusta’, ‘empieza a repetir’ y se crea en conjunto y me gusta mucho. Como tengo la suerte de tener a Juan a mí lado, que es un genio, él me dice y yo le sigo, le voy indicando: “más agudo, más caña…”, el cuerpo me va pidiendo, ¡y no estoy coreografiando! pero yo sé que la coreografía ya está hecha.

¿Qué le gustaría que aportara esta obra a la sociedad?, ¿a la propia cultura?

Lo primero que quiero que pase es que se haga otra vez. Estoy loca por hacerla de nuevo, para hacerla más consciente porque hay muchos nervios en el estreno, pero mire, me ha escrito mucha gente. Tras la obra hay personas que ya se están informando sobre ellas, dándome las gracias por el descubrimiento; un Instituto que vino al que estoy eternamente agradecida, al Espacio de las 3000 viviendas, ya están haciendo una unidad didáctica sobre ellas; también me han escrito desde Italia que habían conocido el proyecto y ya andaban indagando. Hay muchas cosas que habría que ver porque me han hablado incluso de la hermana de Mozart como otra silenciada. Esta obra ha despertado consciencias, por eso estoy tan segura de ella.

¿Cuánto se ha dejado Mercedes y cuánto la bailaora en este proyecto?

Mercedes se ha dejado la piel, el alma, el corazón al igual que la bailaora porque creo que es la misma, cada vez me dio mas cuenta. Es un amor incondicional, y cuando lo haces desde la cordura y Mercedes de Córdoba ha cuidado mucho a la Mercedes Ruiz. Ha sido un trabajo más desde la conciencia, creo que también he madurado mucho, porque me lo trabajo y la vida te obliga muchas veces, y me he dejado mucho, ¡pero tengo mucho más!

También tiene la capacidad de dejarle su espacio a las bailaoras que la acompañan. Eso habla de su generosidad…

Yo quiero dejar a las generaciones que vienen algo porque nosotros lo tenemos difícil pero las que vienen lo tienen ‘super difícil’ porque no hay compañías, excepto las públicas (ahora solo tres), y lo tienen complicado vivir cosas así y a veces, el público, no es consciente de esa voluntad por mí parte. Lo que me hubiera gustado que me hicieran a mí, es lo que he hecho. En realidad, todo acorde con la obra, con esas “Olvidadas”.

Palop Flamenco