Se calcula que en Navidad se mueve el 80% del volumen de negocio del sector juguetero. La publicidad en los medios de comunicación y en nuestros buzones nos recuerda que se acercan Papá Noel y los Reyes Magos, y que es hora de que los más pequeños escriban sus cartas; pero también es este el momento en el que las asociaciones de consumidores y las instituciones públicas que velan por nuestra seguridad, tanto sanitaria como económica, hacen un llamamiento a la responsabilidad de los padres para que repasen las cartas de sus hijos y comprueben que lo que en ellas han escrito no pueden convertir sus sueños en pesadillas.
Y no es un mensaje alarmista sin fundamento. Rapex, denominación del Sistema de Alerta Rápida de la Unión Europea de productos peligrosos para los consumidores, que incluye todo tipo de artículos excepto comida, medicamentos y productos sanitarios, ha lanzado, sólo en lo que va de año, 686 alertas relacionadas con juguetes. Y esta cifra se eleva a 5.623 si contabilizamos las emitidas desde la última década.
UCE explica que cuando un fabricante europeo produce un juguete, debe cumplir una serie de requisitos muy estrictos encaminados a proporcionar una triple protección al consumidor: información, calidad y seguridad. Como es lógico, estos mismos requisitos se le exige a cualquier producto fabricado en terceros países que quiera entrar en nuestras fronteras. Pero, en muchas ocasiones, ejercer el control sobre lo que llega a nuestro mercado es prácticamente imposible. Por ejemplo, tomemos el tráfico marítimo que cada día entra en nuestro país con mercancías de todo tipo. En los 46 puertos españoles de interés general entraron, sólo en los diez primeros meses de este año, más de 465 millones de toneladas de mercancías. ¿Es posible controlar semejante volumen de artículos? Evidentemente, no. Y, aunque lo fuera, el barco rechazado probaría en Barcelona, en Marsella, en Amsterdam o en cualquier otro punto de entrada al espacio comunitario. Una vez dentro de él, podría moverse libremente traspasando unas fronteras interiores que prácticamente no existen en ningún país de la Unión Europea.
Ahorrar, pero no en juguetes
Siempre que encaramos las fiestas navideñas, quienes trabajan en el ámbito del consumo, realizan un esfuerzo por transmitir la necesidad de consumir de forma racional, sostenible para el medio ambiente y nuestro bolsillo, y tratar de ahorrar lo más posible para pasar la época de mayor consumismo del año de la mejor manera posible. Pero hay algo en lo que nunca aconsejan ahorrar: en la compra de los juguetes. Es muy frecuente que, ante la avalancha de gastos que se aproximan, recurramos a bazares o a tiendas de comercio asiático para hacer realidad los sueños de nuestros hijos, pensando que podemos ahorrar. Y es cierto que estos juguetes son más económicos, pero las garantías de que cumplen las normas de seguridad desaparecen casi por completo. Además, han realizado la prueba para comprobar si, efectivamente, el ahorro es tan grande como muchas veces suponemos; y no lo es.
UCE ha buscado algunos de los juguetes que, con mayor frecuencia, ponen en riesgo la seguridad de nuestros hijos, y hemos establecido una serie de pruebas rudimentarias pero que pueden ayudarnos a decidir. Por ejemplo, un arco con flechas, cuyas ventosas han causado accidentes graves en nuestro país al desprenderse, cuesta 4,00 euros en una tienda de comercio asiático, y menos de 9,00 en una juguetería; el primero está fabricado en China, de donde procede el 70% de las alertas relacionadas con juguetes, y el segundo en España. Además, cuando ejercieron una mínima presión sobre la ventosa, en el juguete más barato se desprende con una facilidad asombrosa, lo que puede llevarnos a deducir las consecuencias que tendría si, en lugar de ser nosotros con las manos, es un niño con los dientes quien decide comprobar hasta qué punto es resistente el juguete que acaba de recibir.
Otro ejemplo lo encontramos en el parchís, cuyas piezas imantadas pueden suponer problemas también graves en caso de ser ingeridas; en este caso, la diferencia entre uno y otro tipo de establecimiento es de menos de 5 euros. Por tanto, con diferencias que no suelen superar los cinco o seis euros, en ningún caso merece la pena buscar ese pretendido ahorro eligiendo establecimientos que no ofrecen las garantías que sí encontramos en jugueterías tradicionales y en juguetes fabricados en España o en el resto de los países de la Unión Europea.
Incumplimientos… camino por recorrer.
Por otra parte, seguimos encontrando juguetes que no cumplen las normas mínimas de información en el etiquetado, en menor medida que en años anteriores.
Para realizar este informe, han visitado una decena de tiendas de comercio asiático y han podido comprobar cómo dos de los incumplimientos en el etiquetado más frecuentes de los últimos años, la ausencia de marcado CE y no incluir el símbolo de “prohibido para niños de entre 0 y 3 años”, aparecen en la gran mayoría de los juguetes que hemos encontrado. Es cierto que el sistema más utilizado es el de la sobreetiqueta, pero la información incluida cumple todo lo exigible. La única pega que le pueden poner a este sistema de etiquetado es que tienen la impresión de que son excesivamente genéricas. Así, encontramos juguetes que tienen el símbolo de “prohibido para niños de entre 0 y 3 años” por tener piezas pequeñas, cuando, examinando el juguete, no vemos ninguna. Por ejemplo, en unas serpientes de plástico de unos 30 centímetros de longitud, construidas de una sola pieza. Sin embargo, otros juguetes casi idénticos, pero que simulan un cocodrilo, contienen una advertencia para que sean usados solo por niños mayores de 2 años. No creen que se esté siguiendo un criterio uniforme a la hora de determinar una u otra edad.
Esta mejora general del etiquetado no debe confundirse con una mejora general de la calidad y seguridad del producto. De hecho, los juguetes que vienen de China siguen copando el ranking de los productos más alertados en el sistema RAPEX, como ya comentábamos. Y tampoco quiere decir que no existan productos en el mercado que incumplan esa norma de etiquetado. Así, han encontrado un paquete de “fulminantes para pistolas de juguetes”, que en las advertencias de uso señala que no es adecuado para menores de 36 meses, pero no incluye el pictograma obligatorio. O un paquete con dos biberones sin advertencia alguna que, sin duda, debería contener alguna sobre la edad de uso recomendada, toda vez que presentan una forma cilíndrica e imita un biberón, por lo que el riesgo de que un niño menor de tres años pueda tener un problema parece más que evidente.
Por tanto, y es cierto, la situación general de cumplimiento del etiquetado ha mejorado, pero queda mucho camino por recorrer. Eso sí, la calidad y seguridad de este tipo de productos no parece seguir el mismo camino, pues las alertas relacionadas con juguetes que vienen de China no dejan de crecer.
Otro ámbito en el que observan avances evidentes en el de la progresiva desaparición de juguetes que promueven conductas sexistas. En los catálogos de juguetes, las empresas se esfuerzan por eliminar los roles femeninos y masculinos colocando, por ejemplo, a un niño empujando un carrito de bebé. Sin duda, un reflejo de nuestra sociedad actual. Pero siguen encontrando ejemplos lamentables. Así, en uno de esos catálogos, se muestra a niñas disfrazadas de “princesas Disney” y a niños disfrazados de médicos. También se siguen fabricando triciclos en colores rosa y azul (¿femenino y masculino?) o un conjunto de dos bebés, uno vestido de rosa y otro de azul, denominado “muñecos bebé niño y niña”. Perpetuación del color asociado al sexo.
Pero, sin duda, lo que más nos ha llamado la atención ha sido la proliferación de juguetes relacionados con el maquillaje y el cuidado de la piel destinado a niños pequeños. Han encontrado un “maletín secreto de maquillaje”, varios sets de maquillajes, un estudio de uñas, un bolso con barra de labios o esmalte de uñas, un kit de peluquería o un set de belleza, entre otros muchos productos, destinados a niños y niñas, en muchos casos, desde tres años. A esa edad, el juego simbólico es fundamental y cualquier objeto puede servir para explorar roles, pero cuando el juguete está diseñado explícitamente para “embellecerse”, puede transmitir demasiado pronto la idea de que la apariencia es un eje central de su valor personal. Aunque para algunos pueda ser solo un juego inocente, estos productos pueden reforzar estereotipos culturales que asocian, sobre todo a las niñas, con la obligación de “estar siempre guapas”.
El problema, desde su punto de vista, no es el maquillaje en sí, sino la posibilidad de que, introducido tan temprano, limite el imaginario infantil y normalice estándares estéticos rígidos. A través del juego se construyen expectativas sobre el futuro: si se insiste en juguetes que enfatizan la apariencia, se puede impulsar la idea de que la autoimagen externa importa más que la creatividad, la valentía o la inteligencia.
Por eso, la recomendación de UCE es muy clara. “Cuando compremos juguetes, elijamos el que más guste a nuestros hijos, pero pasados por el filtro de nuestra madurez y de la libertad para que se sientan como realmente son”.
Recomendaciones para los consumidores.
Los fabricantes de los juguetes están obligados a realizar una serie de documentos que acrediten el cumplimiento con las normas de seguridad. También los importadores y los distribuidores deben asegurarse de que el juguete que comercializan es seguro y cumple con la normativa, por lo que deberán también tener a disposición la documentación que lo acredite.
También los consumidores deben asegurarse de que un juguete es seguro, para ello siempre deberá comprobar que lleva el correspondiente marcado CE.
De manera general, todos los juguetes deben llevar de forma visible, legible, permanente y en castellano, entre otros, la siguiente información:
- Nombre o la marca, así como el modelo, la serie o el lote.
- Dirección del fabricante o de su representante oficial o del importador.
- Indicación de conservar los datos del etiquetado.
- Advertencias para evitar riesgos en su uso y manejo.
- El rango de edad para la utilización, si el juguete así lo requiere.
- Instrucciones de uso, si son necesarias por el tipo de juguete, siempre en castellano, aunque se pueden incluir también en otra lengua.
- Advertencias sobre los riesgos que puede entrañar el uso del juguete y la forma de evitarlos.
Además, con el Reglamento (UE) 2023/988 se refuerzan las obligaciones horizontales de trazabilidad, comunicación de riesgos, gestión de alertas y retiradas o recuperaciones, incluyendo requisitos específicos para ventas en línea y mercados digitales.
En los juguetes vienen también una serie de advertencias generales que son obligatorias, dependiendo del tipo de juguete. Por ejemplo, la indicación sobre la edad mínima o máxima de los usuarios de los juguetes y, en su caso, su capacidad y su peso máximo o mínimo, o si es necesario que el juguete se utilice únicamente bajo la supervisión de adultos.
Los juguetes de actividad (los que sirven para saltar escalar o trepar) deberán incluir la advertencia “sólo para uso doméstico”; los juguetes funcionales (por ejemplo una cocina o una plancha de juguete), “utilícese bajo la vigilancia directa de un adulto”; y los juguetes químicos, “no conviene para niños de menores de (*) años. Utilícese bajo la vigilancia de un adulto”.
Todas estas leyendas deben aparecer perfectamente legibles y en español.
Recuerde que los juguetes que puedan resultar peligrosos para los niños menores de 36 meses deben acompañarse de una advertencia como por ejemplo: “No conviene para niños menores de tres años” y su pictograma.

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