El pasado miércoles la Asociación para el Desarrollo de la Cultura del Vino en Tierra de Barros (Avitibar), congregó a cuarenta senderistas llegados de Almendralejo, Aceuchal, Mérida, Fuente del Maestre, Ribera del Fresno, País Vasco e incluso Italia, para conocer las variedades de uva de esta comarca nuestra como lo es Tierra de Barros.
Tras partir del Paseo del Cristo de las Misericordias, socios y no socios tomarían la calle Sevilla hasta alcanzar la parcela 45 y 35 de la Mesa del Aceuche, según el mapa geológico de España, una ruta de aproximadamente 2.2 km (ida y vuelta) que les llevó dirección al Pozo de San Juan Macías.
La primera parada discurriría para adentrar al senderista a pie de campo en el terreno, de la mano del presidente de AVITIBAR, Antonio Flores quien detallaría la particularidad del terreno, marcado por sus piedras, lo que lo hacen único, 4000 años atrás distinguido por sus localidades vecinas como el más antiguo a la redonda y un paraje que no se reconoce ser parte de Tierra de Barros.
Más adelante, y esta vez guiados por José Domingo Báez, uno de sus socios, viticultor y miembro activo de la Cooperativa de Olivareros y Viticultores de Ribera del Fresno, adentraría al grupo en la importancia de cuidar de la planta, de la cepa, de sus plagas y enfermedades, de su riego y el sol.
En esta dirección, su colega Domingo Ledesma, iba más allá: “También hay que saber deshojar, porque la hoja hay que quitársela del saliente, nunca del otro lado, porque le da más el sol a mediodía y pueda por debajo entrarle el aire gallego”. Así Báez, “y que no llegue un año como este, donde el mes de julio con cuatro olas de calor, apenas hemos bajado de 40 grados en todo el mes, lo que no le viene nada bien a la planta”. Y es que el agricultor tiene que conjugar el conocimiento del suelo, del clima, de la geografía, de la exposición, saber un poco de todo.
Afirmando José Domingo que, “antes mirábamos a nuestro alrededor y lo que ahora vemos que es todo viñedo y algo de olivar, antiguamente no había nada de viñas, ¿qué es lo que pasa? Que antes el viñedo no conocía plagas, apenas había viñedos y se compensaba de forma natural, ni había regadío, ya que muchas plagas hoy vienen por ahí. Hay fotografías del año 1954 que ves Ribera y no hay nada, ni árboles”. A lo que apunta Ledesma: “Tenía una viña don Juan Gragera, antes todo era cereal, para poder comer y algunos olivares para el aceite de casa, poco más. Ahora que está todo de viñedos pues las plagas se han multiplicado”. Finalizando Báez: “Y aunasí yo personalmente lo que me quita el sueño es la falta de lluvia, las temperaturas tan altas, me tienen desilusionado, antes se veía el río correr, las plantas, los animales, ahora no hay ni pájaros”.
Tras esta exposición, le sucedería Ana Monzú, enóloga de la asociación para dar a probar esas mismas variedades que vistas en la viña y llevadas a la copa tras su elaboración en bodega, observase el visitante un paladar u otro. “Así la pardina es de tamaño mediano con consistencia blanda, de color verde amarillento que presenta una piel muy fina”, acto seguido Monzú dejó clara la variedad autóctona por excelencia, la cayetana, así en boca es bastante neutra y se caracteriza sobre todo por el frescor que aportan las sensaciones frutales y su baja acidez”. Por último: “En cuanto al tempranillo, cencibel o tinto fino, decir que es una variedad bastante productiva y de maduración temprana, lo que hacen vinos de buena graduación y normalmente de capa alta”.
Variedades que fueron catadas a pie de campo en las parcelas mencionadas, y donde ha colaborado el Ayuntamiento de Ribera del Fresno y la Sociedad Cooperativa de Olivareros y Viticultores de Ribera del Fresno.
REDACCIÓN
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