La doctora Sonia Millán, experta en psicología de Quirónsalud Clideba, alertaba de la importancia de saber detectar “cuanto antes” si un joven estudiante sufre “bullying” de cara a actuar con la mayor premura posible y así evitar problemas posteriores.

En esta línea, la doctora ofrecía una serie de “signos” que nos pueden hacer sospechar de la existencia de acoso escolar en las aulas como son los cambios bruscos de comportamiento y de humor, así como accesos de rabia pueden ser un indicador de que un joven estudiante está sufriendo acoso.

También pueden ser un indicador las quejas somáticas constantes cuya causa no está clara o las variaciones bruscas del rendimiento escolar y la pérdida de concentración. Otro signo es “la pérdida constante de material escolar o que el que poseen aparezca dañado”, algo que nos debe hacer sospechar.

La psicóloga de Quirónsalud Clideba destacaba el importante papel que juegan los docentes a la hora de detectar situaciones de estas características puesto que uno de los síntomas es la “marginación social” o las escasas relaciones con otros compañeros, algo que se puede constatar en el ámbito educativo cuando los niños se quedan solos en un rincón del patio o del pasillo o cuando prefieren quedarse en clase o en la biblioteca antes de ir al recreo.

Más situaciones que nos deben hacer incrementar el estado de alerta ante un posible caso de “bullying” en las aulas es cuando los jóvenes no son elegidos en los trabajos en grupo o deportes, así como cuando no participan en las excursiones y si buscan siempre estar en la cercanía del docente. Por último, la doctora Millán relataba otra evidencia como es llegar tarde o faltar mucho a clase, caminar encogidos, con la cabeza baja o se viste mucho, incluso con capucha por el centro.

Tipos de acoso escolar

La psicóloga de Quirónsalud Clideba señalaba que el acoso escolar tiene diversas formas, que suponen en sí un hostigamiento al menor, por lo que hay que tener en cuenta que, aunque puedan ser diferentes, todas son acoso escolar.

En primer lugar se encuentra el acoso físico, como pueden ser empujones, collejas, escupir, arañar, pero también acciones como esconder objetos, que sí es un tipo de acoso escolar físico.

Otra de las categorías es el acoso verbal, ya sea con insultos, motes o menosprecio en público, que supone otra forma de acoso escolar. El acoso “social” también supone una forma de maltrato, en este caso con acciones como no dirigir la palabra, impedir que participe en actividades, generar bulos o fomentar que el resto de los compañeros aíslen o excluya a la persona que es víctima de esta forma de acoso.

Por último, estaría el ciberacoso, que se produce a través de medios telemáticos (WhatsApp, redes sociales, etc.) con mensajes insultantes, intimidación, amenazas, rumores, suplantación de perfiles, publicación de imágenes, vídeos, etc. para excluir y minusvalorar a alguien del grupo. Sobre este acoso generador por medios telemáticos, la psicóloga de Quirónsalud Clideba ponía el acento en que contaba con el agravante de producirse a distancia y sin limitación de horario como puede ocurrir con las otras fórmulas, realizadas en el colegio, lo que todavía puede suponer una mayor dificultad para la persona que lo está padeciendo.

En la catalogación también se debe incluir el acoso “psicológico” que, aunque se da en “todas las formas de bullying”, se define como el que está destinado a minar la autoestima del acosado y a fomentarle sensación de miedo.

¿Qué es el acoso escolar y qué consecuencias tiene?

Y es que, recordaba la psicóloga, el acoso escolar es cualquier forma de maltrato u hostigamiento físico, verbal o psicológico que se produce entre menores y jóvenes en edad escolar de forma reiterada a lo largo del tiempo en la escuela o en relación con ella.

La víctima de estas prácticas sufre, según ha explicado la experta, una serie de consecuencias como el incremento del sentimiento de tristeza y soledad, cuadros depresivos, pérdida de interés en actividades que antes solía disfrutar, además de déficit de autoestima y autoimagen negativa. También se generan dificultades o fracaso escolares, niveles elevados de ansiedad, fobia al colegio y cambios en los patrones de alimentación y de sueño.

Perfiles de la víctima de acoso y del acosador

La doctora indicaba que la víctima de acoso escolar puede ser cualquier persona, pero también reconocía que existen algunos rasgos y colectivos con mayor vulnerabilidad a la hora de ser objetivo del “bullying”. Así, entre estas características se encontrarían la personas tímidas e introvertidas, con baja autoestima y asertividad, que cuentan con dificultades para las habilidades sociales, que cuentan con baja o nula respuesta a las agresiones y que suelen tener sobreprotección familiar, además de ciertos rasgos físicos (estatura, peso, dicción, etc.).

También los niños que sufren problemas de aprendizaje y aquellos incardinados en ciertos colectivos como hiperactivos, rasgos autistas, altas capacidades, extranjeros o minorías étnicas, así como orientación sexual no sujeta a la “heteronomatividad”.

Por el contrario, el perfil de la persona que realiza el acoso puede ajustarse a “cualquiera”, aunque sí que se ha detectado que suelen ser personas con capacidad de influencia en el grupo que sienten incapacidad para aceptar las normas o los límites, que cuentan con baja o ausencia de empatía, con temperamento impulsivo o agresivo y sin sentimiento de culpabilidad, entre otras cosas.

Prevención e intervención

Para evitar casos de acoso en las aulas, la experta de Quirónsalud Clideba señalaba tres pilares de intervención como es una educación emocional con la que “trabajar las emociones de los jóvenes para desarrollar la capacidad de relación inter e intrapersonal”.

En segundo lugar, destacaba la importancia de fomentar un clima propio en las aulas en el que exista tolerancia cero a la agresión y agresividad en todas sus formas y en el que no se deje pasar, esconder o permitir los conflictos, puesto que el problema se debe considerar que es de “toda el aula”. Por último, ha puesto en valor la importancia de “una observación minuciosa por parte del profesorado”.

En definitiva, destacaba la doctora, se trata de un problema que sufren uno de cada cuatro niños en las aulas europeas, según datos de un informe de la Unesco del año 2021. En España, la cifra de acoso en el ámbito escolar es del 15,4%

Ante estos datos es fundamental contar con las herramientas necesarias para prevenir, detectar e intervenir los casos de “bullying” bajo la premisa de que la persona que lo sufre no tiene la culpa, no es el problema y no tiene que hacer frente al acoso solo. Ante la sospecha de un posible caso de caso, concluía la doctora, “hay que actuar lo antes posible”.