“Las nubes” de Aristófanes se representará en el 69 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida del 26 al 30 de julio.
Las nubes se estrenó el año 423 antes de Cristo y está considerada, salvo por Sócrates, la mejor de las comedias de Aristófanes. Su tema central es la crítica sin tapujos a la escuela socrática y la trama desarrolla un tema que, veinte siglos más tarde, sigue estando de plena actualidad: las complicadas e inagotables relaciones entre padres e hijos.
La historia es muy sencilla: Estrepsíades, que va camino de la ruina por culpa de las deudas del holgazán de su hijo, decide apuntarse en la escuela de Sócrates para aprender retórica, un arte con el que pretende convencer a sus acreedores de que las cosas no son como parecen que son y que, en realidad, no les debe nada. Ante su incapacidad para los estudios, obliga a su hijo a tomar clases de retórica y éste, aprende tan bien y tan rápido, que le hará la vida imposible. Las Nubes es una crítica contra la tiranía de los hijos y contra todos aquellos pedantes que quieren hacernos comulgar con ruedas de molino que, en esta obra, están representados por Sócrates y Querefonte, dos enemigos íntimos del propio Aristófanes.
Absolutamente impregnados por el espíritu de Aristófanes, hemos hecho una versión tan gamberra como lo fue en su época Las Nubes. La acción se sitúa a pocos días de la inauguración del teatro de Augusta Emérita, la actual Mérida. El gerente del coliseo, un teatrero de pro, intenta convencer a la empresaria de paredes de las ventajas de haber edificado un teatro para seis mil personas, en lugar de las mil previstas, y de lo tremendamente rompedor que será inaugurar un teatro romano con una obra griega. Un planteamiento que apuesta claramente por el género “teatro dentro del teatro”, y que nos permite ironizar sobre una profesión en la que las cosas no han cambiado mucho en los últimos veinte siglos.
Para hacer nuestra adaptación hemos deconstruido el texto original, lo hemos desordenado, cortado, mutilado y vuelto a ordenar; hemos añadido personajes, tramas y gags, hemos sustituido canciones, actualizado bromas incomprensibles, inventado problemas teatrales, nos hemos reído de nosotros mismos, y, como guinda, lo hemos sazonado todo con unas ganas inagotables de querer que el público no sólo sea nuestro cómplice sino que recuerde esta función como la mejor noche de su vida. Así somos de ambiciosos.
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