Frase que se le achaca a los anacoretas, eremitas, monjes de los primeros siglos del cristianismo, especialmente a San Sabas de Mutalasca cerca de Cesárea de Capadocia (439-532)
Vivir de forma adecuada y racional y moral consigo mismo, es y ha sido un ideal, confeso o no confeso, consciente o semiconsciente en la mayoría de seres humanos. Estar contento consigo mismo, estar consigo mismo conociéndose, estar en sí mismo de forma racional y moral. Quizás, en cierto modo, los monjes y monjas, sean de Oriente y de Occidente, lo que buscan y rebuscan en sus vidas de penitencia, oración, trabajo, sea en forma de eremitas o ermitaños, anacoretas, sean en comunidades o cenobios sea esto.
Como ustedes saben, en los primeros siglos del cristianismo se creó una serie de comunidades religiosas que fueron pasando de anacoretas o ermitaños, a pequeños monasterios o cenobios, en todo el Mediterráneo Oriental, que podría abarcar, el Egipto romano, especialmente los desiertos, la zona de Oriente Medio alrededor de Jerusalén y Siria, y, también algo de la actual Turquía. Después este movimiento se extendió, especialmente en forma ya de monasterios o cenobios, con reglas a Occidente del Mediterráneo.
Conocerse a sí mismo o conócete a ti mismo, el oráculo de Delphos, tantas veces, repetido o se le achaca al viejo maestro Sócrates, que no dejó ninguna palabra escrita, posiblemente, quizás, porque no sabía leer, o por otras mil razones. Es una variedad de este estar consigo mismo, vivir consigo mismo del anacoretismo y cenobitismo antiguo. En estos tiempos surgieron enormes figuras, que algunas trascendieron durante siglos, y, otras se han olvidado, quizás, debido a los percances de la historia, pero que los coptos, todavía cristianos ortodoxos, recuerdan, san Pablo el ermitaño, san Antonio Abad, san Menas, etc., -muchos se conmemoran en enero y febrero, cuando fallecieron, quizás, por el aumento de frío y el aumento de los años-.
Hace unos meses, si mis datos son ciertos, solo existían en el mundo unos trescientos monjes varones cartujos, quizás la orden religiosa cristiana católica más estricta, estos que siguen siempre buscando y buscándose en el interior el misterio de Dios, buscar a Dios en el interior. Esos que van buscando el centro cada vez más el centro en el silencio y en la oración y en el trabajo… Irse conociendo en Dios y con Dios…
En definitiva, irse conociendo en las profundas emociones, profundas ideas, profundos sentimientos, profundas pasiones, profundos libidos… y, al conocerse y conocerlos, autocontrolarlos de forma correcta, con la racionalidad humana, con la gracia del Buen Dios –aunque usted no crea en esta variable de la ecuación, tiene que abrirse la mente para comprender la conciencia de otro ser humano, y los monjes y monjas, cientos de miles que han existido en Occidente, desde la antigüedad, esa era una de sus búsquedas, fines, metas, orientaciones, concepciones…-. Vivir consigo mismo de forma moral, no egocéntrica, no egoísta, sino en esa proyección de sí mismo y en sí mismo y en la Trascendencia, y desde la Trascendencia irse viendo a sí mismo. Como una flor ir abriendo capas de pétalos, cada vez más en y hacia el interior…
No estoy invitando a la población secular, que vive y existe en sus casas y en sus familias, con hijos o con nietos o sin ellos, que dejen sus mundos y se trasladen a las celdas de los cenobios, al lado de sus ciudades. En España, todavía existen, a menos de cien kilómetros de sus lugares de residencia, pueden encontrar alguno. Pero si esa necesidad de volverse a sí mismo, de forma ortodoxa, en los deberes y derechos de la vida normal y rutinaria, se sea agnóstico o ateo o creyente en una religión o en otra.
Muchas veces, me digo a mi mismo y me pregunto, quizás las ciencias sociales humanas actuales, la psicología y la antropología habrían aprendido mucho de la conciencia y consciencia e inconsciencia humana, si se hubiesen acercado a las experiencias, ideas, conceptos, límites a los que han llegado durante siglos, los monjes en sus monasterios. Que han existido en Occidente, de distinta diversidad y organización y carismas, desde el siglo tercero de nuestra era. Primero en forma, de ermitaños solos, después, formando pequeñas comunidades de agrupamientos, luego con reglas normativizadas…
Hoy, son malos tiempos para vivir con uno mismo, conocerse a si mismo. Hoy, un sujeto, aunque apenas hable de forma oral natural con más de diez personas al día, puede recibir en sus receptores electrónicos información y notas y noticias y requerimientos por decenas o cientos cada día. Hoy, quizás, el mundo no deja a la mente y conciencia humana, a tener tiempos de reflexión y de autorreflexión, de estar consigo mismo… De estar sentado en su sillón, de forma natural, no hacer nada raro, ni nada excepcional.
Y, dejar que su mente profunda, sus recuerdos profundos emerjan, para irse conociendo a si mismo. Para ir viviendo consigo mismo. Hoy, es difícil. Tanta información nos llega por los receptores de todas las formas y colores. Caminas por la calle, y te cruzas con diez personas, y, la mitad al menos, van hablando con su receptor y emisor electrónico, algunos escribiendo, otros hablando, unos riendo, otros medio entristecidos… Hasta los mendigos en las aceras, muchos, están con los móviles…
Hoy, nos vamos alejando de nosotros mismos, y, por tanto, nos vamos alejando del autoconocimiento de nosotros mismos, podemos conocer y saber muchas noticias exteriores, pero no dejamos que el interior nos hable, sin negar nuestras obligaciones familiares y laborales normales, cada uno, según su estado de vida… hemos olvidado el vivir consigo mismo, de forma racional, natural, humana, cada uno en su estado de vida, cada uno en y con sus obligaciones… cada uno, en su hogar, casa, familia, trabajo, pueblo, barrio, ciudad… cada uno, sin hacer cosas especiales y singulares y raras, solo vivir y vivir con uno mismo… ¡Al menos un rato cada día…!
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