“Campeonato de Extremadura de Doma Clásica: el arte de organizar el desorden”

Si alguien buscaba un espectáculo ecuestre en Extremadura, lo encontró. Pero no precisamente de doma clásica. Lo que se vivió en el Campeonato de Extremadura fue más bien una doma de paciencia, una prueba de resistencia moral y un ejercicio de humor involuntario digno de premio… aunque ni eso salió bien.

Los jueces (o lo que quedó de ellos)

El programa prometía cinco jueces y un comisario. Qué bonito, qué formal, qué federativo.

La realidad: dos jueces y cero comisarios. El comisario, parece ser, decidió teletrabajar o practicar el noble arte de la invisibilidad ecuestre.
De los dos valientes que sí aparecieron, uno era de lengua extranjera. Hasta ahí, todo bien, salvo por un pequeño detalle: no entendía del todo las reprises ni las indicaciones. Así que …

Las notas del misterio

Las calificaciones fueron otro poema. Había una gran diferencia entre la opinión de un juez y la del otro, hasta el punto de que un mismo binomio podía parecer una promesa nacional para uno y una decepción para el otro. La doma clásica se convirtió, por momentos, en una ruleta de opiniones más que en una competición deportiva.

Reglamentos a la carta

El reglamento también se apuntó a la improvisación. Y el ejemplo más sonado fue el de los potros.

Después de un día de competición en los que los binomios participaron con normalidad, el director del concurso decidió al día siguiente y sin previo aviso, que los potros no debían entrar en la clasificación por equipos.

¿El motivo? Según él, “puntuaban demasiado alto”.

Sí, tal cual. En lugar de alegrarse por la buena calidad de los potros extremeños, se optó por castigarlos por sobresalir. Una lógica impecable: si alguien destaca, mejor eliminarlo. Así todos contentos… o al menos igual de confundidos.

Ni justificación técnica, ni comunicado, ni explicación reglamentaria. Simplemente, una decisión unilateral que dejó a más de uno con cara de no saber si reír o pedir una hoja de reclamaciones.

La entrega de premios: el acto final del esperpento

Y como en toda buena función de circo, el gran número final llegó con la entrega de premios.

las medallas de oro se convirtieron en bronce y plata. Sí, como lo lees. Un cambio de metal digno de alquimia ecuestre.

Durante el acto, micrófono en mano, el director del concurso, acompañado por la secretaria, comenzó a nombrar a los medallistas por equipos. Hasta ahí, todo normal… hasta que, por un error —qué raro— de ambos, se nombró a un equipo al que no le correspondía ninguna medalla.

El desconcierto fue inmediato. Entre aplausos contenidos y miradas cruzadas, el equipo que sí había ganado quedó atónito, esperando su turno que nunca llegaba, mientras la secretaria seguía el guion equivocado como si nada ocurriera.

Minutos después, y tras el bochorno general, hubo que corregir el fallo en público y entregar las medallas a quienes realmente las merecían, rematando así una función que ya rozaba la tragicomedia ,un enorme error de la secretaria del concurso que cambió por completo el reglamento por equipos, entregando las medallas a un equipo que no era el que realmente había ganado.

¿La reacción oficial? En lugar de disculpas, los participantes fueron reprendidos por la propia secretaria y por el director del concurso, como si reclamar que se cumpla el reglamento fuera un acto de rebeldía.

Parece que en este campeonato no bastaba con saber montar… también había que callar y aplaudir los errores ajenos.

Un espectáculo de doma… pero de paciencia

Con todo este panorama, el Campeonato de Extremadura de Doma Clásica pasará a la historia, pero no por su nivel técnico, sino por su nivel de chapuza.

Los caballos, impecables; los jinetes, profesionales; los organizadores… una oda al descontrol con pretensiones de gala.

Si la intención era fomentar la doma clásica, lo consiguieron: todos los presentes domaron sus nervios, su indignación y sus ganas de salir galopando del recinto.

Y para la próxima edición, un consejo: que vayan encargando menos medallas y más vergüenza.

Porque ya no se trata de doma clásica, sino de una doma institucional, donde lo único que se mueve con elegancia… es el ridículo.

(Federación sin censura en Extremadura)