Estas palabras pronunciadas por muchos comentaristas son para hacernos pensar. Es como el crimen perfecto, nadie sabe quién es el autor, aunque las sospechas puedan ser tantas como perjudicados. No hay nadie a quien poder atribuirse o hacerle cargar con esta tragedia.

Para algunos, la lucha por el poder, por los intereses, por la hegemonía entre los partidos y las naciones, sugiere culpables imaginarios cuya sola mención supondría la polarización del odio hacia esos presuntos culpables. No se puede acusar impunemente y sin pruebas, porque sería abocarnos a una guerra peor que la sufrida.

Uno de los problemas de esta “guerra mundial” es que el enemigo es invisible y no se puede combatir si no es con armas parecidas. Eso hemos hecho ocultándonos, haciéndonos invisibles al enemigo en nuestras propias cuevas, en nuestras casas.

Podríamos quedarnos debajo de las ruinas, con todo el dolor, maldiciendo a los culpables, pero esta no es la solución. Parece más razonable apoyarnos en la fuerza del enemigo imaginario y darle la vuelta a nuestra situación para conseguir, a pesar de la desgracia, los aspectos positivos que se puedan sacar de ella. Cuarenta y siete millones de cabezas empujando en la misma dirección tienen casi seguro el éxito.

Se nos ocurre que esta desgracia universal podría ser un revulsivo y hacernos distinguir lo que son valores esenciales, determinantes en la vida de todos, y otra serie de valores de menor entidad que a veces nos ciegan e impiden tener un horizonte claro. La burocracia, el exceso de leyes inútiles, el imponer cargas que no benefician al pueblo, los enredos que a veces surgen como una maraña en nuestras vidas, podrían suprimirse y disfrutar de una libertad responsable que nos permitiera una vida humana más solidaria y libre.

A veces, nos complicamos la vida con necesidades creadas que no son reales y una limpieza de esas cargas sociales inútiles, podría permitir, a muchos, llevar una vida más soportable. Sería necesaria una reflexión por la que la igualdad de medios para vivir y progresar suprimiera los lujos que algunos se permiten frente a carencias esenciales de otros.

La unión entre todos los españoles debería tener una correspondencia en la unidad de los pueblos de Europa para hacer frente, de un modo solidario, a la crisis que nos amenaza. Tenemos que evolucionar todos en un cierto egoísmo nacionalista o territorial que nos puede paralizar.

¿Pactos de la Moncloa? o ¿Estado de Necesidad?

No se trata de hacer carrera política a costa de tantos miles de muertos, ni de la desgracia ajena.

Los representantes del pueblo no pueden buscar excusas para no entenderse. El pueblo necesita todas las fuerzas para hacer frente a esta crisis brutal que invade a medio mundo, por encima de intereses partidistas y sectarios. El interés de todos debe estar por encima de los caprichos ideológicos de nadie. El pueblo no puede ser sacrificado a ninguna ideología y, si los representantes del pueblo no son capaces de ponerse de acuerdo para solucionar los problemas entre todos, lo mejor es que dimitan por inútiles, por nefastos, al estar suplantando la voluntad expresa del pueblo que quiere soluciones conjuntas y no divisiones que son la garantía segura del fracaso.

No podemos estar en manos de representantes que no nos representen, sino que nos utilicen y sustituyan para sus juegos de poder. Nos interesan las soluciones, el compromiso total por el bien del pueblo y rechazamos los manejos de unos o de otros por ambiciones personales o partidistas.

ESTO ES UN ESTADO DE NECESIDAD.

NO CABEN LAS DIVISIONES CALCULADAS Y DESTRUCTIVAS. NECESITAMOS LA FUERZA DE TODOS.

Necesitamos representantes de los intereses del pueblo, no los intereses particulares o ideológicos y, si no, que se vayan, que se vayan todos los que no defiendan los intereses del pueblo por encima de sus intrigas y manejos.

Los nombres del pacto no son lo importante. Necesitamos llegar a contenidos razonables y evitar las trampas.

La sinceridad, la solidaridad, el respeto a la palabra dada y a los compromisos con el pueblo, deben ser la garantía de un pacto seguro y de éxito. Supuesta la buena fe, la confianza que no sea traicionada por los que se consideran a sí mismos como más inteligentes porque engañan mejor.

Pedro Cañada

Presidente de Extremadura Unida