En los últimos días ha salido una palabra a relucir que a muchos cada vez que la oímos se nos hiela el corazón. Esta palabra, sátrapa, define a aquel que se le atribuye como déspota, arbitrario y con un gran alarde de poder. No es muy difícil ponerle rostro al adjetivo. Vladimir Putin, ha decidido poner en jaque al mundo con el descabellado fin de desnazificar y desmilitarizar a Ucrania ante la posible entrada del mencionado país en la OTAN.
Ante la imposibilidad de actuar y ser la forma de dar paso a una tercera guerra mundial, los líderes del mundo entero miran con impotencia y dolor como un país líder en la exportación de maíz o aceite de girasol se desangra. No solo por la crueldad del ejército ruso, capaz de imponer su fuerza hasta en los mismos corredores humanitarios o en maternidades, sino también por el desgarro que supone el éxodo de la población, mayormente mujeres y niños, ya que los hombres son reclutados para luchar, dejando toda una vida atrás para enfrentarse a un mañana en un lugar incierto y desconocido.
Por otra parte, una ola solidaria azul y amarilla recorre todo el continente europeo. Los países colindantes del asediado país han abierto sus brazos a más de tres millones de personas ofreciéndoles alimentos, ropa y cobijo que llega desde todas partes de Europa. No solo por envíos a gran escala u organizaciones no gubernamentales. También particulares, gente de bien, llenan sus vehículos de todo lo necesario que puedan necesitar en los campos de refugiados para volver con familias, huérfanos, madres, que han salido de aquel horror con tan solo una maleta con el fin de darles una esperanza de comenzar de nuevo.
No sé dónde nos llevará una guerra que de algún modo ya es mundial y nos afecta a todos. Solo espero que la justicia y la benevolencia que sé que existe en este mundo sea capaz de vencer a las artimañas del sátrapa.
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