La conclusión este pasado martes de la I Jornada Internacional “Transformaciones Agrícolas y Biodiversidad” ha dejado un mensaje compartido: la protección del valor ecológico de nuestros entornos está íntimamente ligada a una intervención positiva del ser humano sobre ellos, que va desde su conservación hasta la transformación sostenible de los mismos.

La Fundación Migres, organización científica y cultural que ha impulsado las jornadas, ha conseguido reunir esta semana en la capital extremeña a los expertos nacionales e internacionales más prestigiosos en el ámbito de la ecología y la biodiversidad, en un panel en el que destacó la participación de los investigadores británicos Ian Newton y Des Thompson, miembros de UK Centre for Ecology & Hidrology y de NatureScot, respectivamente. A lo largo de siete ponencias magistrales, los expertos hicieron partícipes al más de medio centenar de asistentes de enfoques y estudios sobre diferentes usos de los suelos y su impacto en la biodiversidad, señalando aquellas técnicas más positivas para la conservación de los ecosistemas.

“Hay que pensar que los medios agrícolas son medios humanizados y que, por lo tanto, han dado lugar a ecosistemas en torno a ellos”, apuntaba en su intervención Alejandro Onrubia, doctor en Biología y coordinador de proyectos de investigación de la fundación. Precisamente, uno de los focos de atención principal del debate fue la vulnerabilidad de estos ecosistemas a la acción cambiante y dinámica del propio ser humano, condicionada entre otros muchos supuestos por el simple comportamiento del mercado. “El desafío es conseguir esquemas para los medios agrícolas que compatibilicen la producción de alimentos, pero que también que dejen espacio a la biodiversidad y minimizar a su vez los efectos sobre ella”, concluía.

Unos “ECO esquemas” que están íntimamente ligados a la nueva arquitectura de la Política Agraria Común (PAC), a punto de ser perfilada de cara al período 2023-2027 y en la que los valores naturales y la biodiversidad tendrán un papel focal. El objetivo es, en línea con lo recogieron en sus ponencias el propio Ian Newton o Mario Díaz, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales – CSIC, avanzar hacia modelos de agricultura baja en carbono o agroecológicos, con un uso racional de los recursos y la eliminación progresiva de pesticidas y otros agentes químicos.

Precisamente, uno de los objetivos que han perseguido estas jornadas es poner al agricultor en el centro como principal activo para la conservación. Así lo recogió de hecho en su inauguración el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, quien anticipó en primer lugar el “necesario entendimiento” entre economía y conservacionismo. En este sentido, durante las jornadas se pusieron en común distintas experiencias sobre medios agrícolas, incluso, de regadío, con un impacto muy positivo el medio ambiente. “En Extremadura, hay zonas de dehesa que han dejado de ser competitivas y para las que, tanto desde un punto de vista económico como de conservación, hay que buscar alternativas. Nosotros creemos que es posible realizar transformaciones que permitan aumentar la rentabilidad, pero manteniendo la biodiversidad de una forma adecuada”, reflexionaba el investigador del CSIC y presidente de la Fundación Migres, Miguel Ferrer.

“Hay experiencias muy buenas, como las que se están desarrollando con olivares o almendros en zonas de dehesa, que mantienen una diversidad altísima. Migres está estudiando algunas de ellas en la zona de las Vegas Altas, en Badajoz, donde la dehesa tradicional se está transformando parcialmente en cultivos de olivo y de almendro”, compartía Onrubia en su turno de ponencia, el segundo día. “Incluso, y aunque se traten de cultivos intensivos, son capaces de mantener un cierto régimen ecológico, con un uso bajo de pesticidas y con el mantenimiento de una cubierta vegetal todo el año. Esto es muy positivo, ya que demuestra que se pueden realizar actividades productivas, incluso intensivas, manteniendo valores naturales elevados”. En los resultados obtenidos en esta primera fase, los investigadores de la fundación han registrado un nivel de biodiversidad muy elevado, sin apreciarse además un cambio drástico en los valores naturales de la dehesa en cuanto a poblaciones de anfibios, aves o de invertebrados.

Desde la Fundación Migres, creemos inaplazable que se avance hacia un escenario de protección de la biodiversidad basado en el consenso entre todos los actores que participan e influyen sobre los ecosistemas. Estamos en un contexto de emergencia climática que nos exige encontrar puntos de acuerdo, a partir de los que plantear y desarrollar las prácticas conservacionistas más eficientes desde el punto de vista productivo como medioambiental.