La familia Pérez Chacel ha vuelto a encontrarse hoy en el Museo de Bellas Artes de Badajoz (MUBA) gracias a que la Diputación pacense ha puesto a disposición de toda la sociedad ‘Retrato de Rosa Chacel’, un cuadro en el que Timoteo Pérez Rubio retrató a su esposa y sobre el que el hijo de ambos, Carlos Pérez Chacel, decidió que lo adquiriera el MUBA.
Mediante esta obra de arte, la historia de uno de los pintores extremeños más consagrados y el homenaje su legítimo heredero, hoy se ha celebrado un acto generoso, emotivo y patrimonial con la asistencia de la viuda de Carlos Pérez, fallecido hace poco meses. Jamilia Caetano se ha encontrado en Badajoz con el diputado de Cultura, Deportes y Juventud, Ricardo Cabezas, con la directora del MUBA, María Teresa Rodríguez, directora del MUBA, con Javier Pérez, profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid, Fco. Javier Pizarro investigador y profesor de la UEX), José Luis Bernal catedrático de la UEX y Jesús Ureña, profesor titular también de la Universidad regional.
La travesía de ‘Retrato de Rosa Chacel’ se cuenta a través de la desinformación ante la situación política que vivió España a partir de que Pérez Rubio lo creara, en 1929, y, a su vez, gracias al empeño de Javier Pérez para que regresara al país de origen de su autor, tras encontrarlo en el Museo Carnegie (en Estado Unidos), donde permaneció olvidado en unos almacenes hasta 2009.
Por su parte, la Diputación de Badajoz mostró su interés en destinar recursos públicos a atesorarlo desde el momento en el que el profesor consiguió que fuera devuelta al hijo del pintor, quien finalmente decidió que pasara a formar parte de las hasta entonces 14 piezas de Pérez Rubio que conserva la colección del MUBA.
Durante la organización previa de la puesta de largo del cuadro, Carlos Pérez Chacel fallecía a los 94 años, por lo que la presentación de hoy ha contenido asimismo un homenaje al mejor “apóstol custodio” de la entrega cultural de Rosa y Timoteo.
Intervenciones
Con ese apelativo se ha referido a él José Luis Bernal, poniendo el broche de oro al acto mediante un discurso para “recordar al hijo desde la mirada de los padres”. Incluyendo versos del propio Carlos Pérez, Bernal ha ensalzado su protección entorno a este patrimonio literario y artístico tan “dignamente custodiado” que permite hoy que él descanse en paz.
Antes de este, el diputado provincial definía como un “hito más en la historia del MUBA, confirmándose como baluarte imprescindible para la cultura de Extremadura, y de Badajoz en particular”. Ricardo Cabezas ha explicado que la presentación de la obra en marzo no es casualidad, ya que, dentro del afán por la igualdad que encabeza la Diputación de Badajoz, la iniciativa MUBA Violeta saca a la luz el papel tan trascendental de tantas mujeres en cuanto a las artes pictóricas.
En este sentido, rescatar la figura de Rosa Chacel supone “un acto de justicia para la figura de una de las mujeres más relevantes del ambiente intelectual y literario previo a la Guerra Civil”, ha defendido Cabezas. Si bien, ha destacado que ello no hubiera sido posible sin los intervinientes y ha agradecido, uno a uno, su implicación, su labor incansable por el estudio de la cultura a la que estamos ligados y su contacto directo. “Sin esta labor, sin vuestra constancia por conocer el legado de Pérez Rubio a través de su hijo, seguramente parte del mismo se hubiera perdido”, ha mantenido.
Además, ha dedicado “un abrazo especial y un agradecimiento inmenso por su generosidad para que Badajoz mantenga este vínculo”, a Jamilia Caetano, a quien espera, ha dicho, este acto reconforte, “en la medida de lo posible”.
Enriquecer el patrimonio
En esa misma línea de celebración, Javier Pérez se ha confesado orgulloso de contribuir a “enriquecer el patrimonio” y demostrar que el “desapego” existente en muchos rincones, no se encuentre en la provincia de Badajoz. Pérez ha repasado la figura de Timoteo, no solo como pintor, sino como todo un gestor y protector cultural que salvó buena parte de las obras del Museo del Prado.
El profesor de Historia del Arte ha mostrado también cuatro fotografías cercanas de Pérez Rubio en sus etapas más representativas.
Cabe destacar de la misma forma que Francisco Javier Pizarro ha descubierto hoy los valores más personales del matrimonio, gracias a unas palabras hacia el que terminó siendo su amigo y era hijo de la pareja. Gracias a él, ha afirmado, “el interés de los que dedicamos nuestro día a día a investigar, tiene un sentido” y ha relatado cómo Carlos Pérez le concedió la suerte de tener acceso a recuerdos y datos que hoy forman parte ya de la primera monografía del pintor, publicada en 1998, dentro de la colección de la Diputación de Badajoz ‘Biografías extremeñas’, que lleva su firma.
CARLOS PÉREZ CHACEL EN EL MUBA
Cumpliendo la voluntad de Maite Rodríguez, directora del MUBA, debemos advertir que estamos, en este emotivo y simbólico acto de presentación en el museo del Retrato de Rosa Chacel por Timoteo Pérez Rubio, como miembros del Proyecto de investigación que se culminó en el meritorio catálogo y exposición del MEIAC en el pasado 2021, Timoteo Pérez Rubio. Poeta-pintor en Brasil: Soledad, amor y melancolía, que estamos aquí decimos, para homenajear al ausente más presente de este acto, a Carlos Pérez Chacel, muerto a sus lúcidos 94 años, aunque asediado en estos últimos años, como siempre nos decía, por los múltiples achaques de la malhadada edad.
Más allá de la ilación rotunda que sus apellidos proclaman, feliz maridaje de Pérez y Chacel, Carlos fue no solo un dignísimo hijo y heredero de sus padres, sino también un tenaz protector y apóstol custodio del patrimonio literario y artístico de sus progenitores, con las armas y capacidades, no siempre reconocidas ni aireadas, de un pensador profundo y de un crítico literario con alma de escritor. Cabe añadir que su mérito siempre tuvo un descansadero y apoyo impagable, que él siempre reconocía, como recuerda su amigo Antonio Piedra, Director de la Fundación Jorge Guillén en Valladolid, en su bella noticia necrológica del Diario de Valladolid, cuando cita estas palabras de Carlos referidas a su querida Jamilia, que hoy nos acompaña: “Yo siempre he tenido junto a mí un ángel”.
Carlos fue un tenaz superviviente de las decepciones que la vida regaló a su familia, con una peripecia vital casi novelesca en la que el exilio tras la guerra, la mera supervivencia, las separaciones y el cúmulo de azares no siempre benéficos con que le regaló el destino fraguaron a un hombre de carácter y arrojado, como sabemos quienes le conocimos y tratamos, pero también de una sensibilidad y bondad exquisitas, que nunca pudo disimular o disfrazar del todo su aguda inteligencia. Una inteligencia, como escribió Rosa Chacel, “nunca entumecida” y siempre “enajenada por la ensoñación”; o, como también dijo Rosa, “con un mal humor encantador”.
Carlos aprovechó los dones que recibió, desde el tesón y personalidad segura de Rosa Chacel, hasta la sensibilidad y mirada personalísima de Timoteo Pérez Rubio, todo ello embaulado en un ingeniero arquitecto, lleno de ideas y abierto a los vertiginosos cambios del mundo que le tocó vivir. Muy bien avenido con las palabras, sin que podamos motejarlo de escritor, y muy bien avenido con la pintura, para la que tenía una sensibilidad natural. No debe de ser fácil ser hijo de dos personalidades artísticas de la talla de aquellos padres, pero desde que lo conocimos nos asombró la sencillez con la que se relacionaba con la memoria viva de ellos, procurando preservarla y engrandecerla. Notamos desde el principio su gratitud porque prestáramos atención al poeta que hubo en su padre, silenciado por Rosa, que también fue muy exigente con los pinitos de escritor del propio Carlos. En cierto modo, Carlos puso buena parte de su vida al servicio de esa tarea de hijo que el destino le había regalado, colaborando con su padre en los proyectos empresariales brasileños y acompañando a su madre en diversos momentos críticos de su vida, a lo que cabe añadir su papel no siempre fácil de “hijo de…”, tras la muerte de Rosa a finales del siglo pasado.
Por todo ello creemos que hoy es oportuno recordar al hijo desde la mirada privilegiada de sus padres. El caso de Timoteo es para nosotros muy especial, pues Carlos tiene una indeleble deuda vital con la experiencia brasileña de su padre. Entre los textos poéticos de Timo que rescatamos en nuestro Proyecto hay uno en el que el hijo aparece con una presencia conmovedora. Me refiero al poema “Inútil busca”, dedicado precisamente “A Carlos, recuerdo de nuestro primer paseo a caballo por un bosque del Brasil”, poema compuesto hacia 1945, cuando Carlos tenía 15 años, en el que leemos versos como estos:
Pero siempre cuando a buscarte voy
allá tan lejos, perdida entre la fronda
de dichas y de penas,
apareces infancia, y a quedarme contigo
me obliga tu ternura.
[…]
Ya no puedo saber cuál de los dos está lejos.
Es sentimiento igual, parejo en la distancia.
Sus momentos se trenzan con aquellos momentos,
y siempre que me busco me confundo en tu encuentro.
Ya vamos siempre juntos, unidos,
libres y prisioneros del amor, del recuerdo.
Carlos recordaba emocionado en 2021, al hilo de la exposición citada, en una entrevista con Willy López este poema: “Hay una parte que me ha emocionado, porque me recuerda a nuestros paseos a caballo por el bosque tropical en Brasil, quizá el poema que más me ha impresionado porque lo he vivido”.
Curiosamente Carlos nació en el mes de junio de 1930, meses después de pintar su padre el cuadro de Rosa que hoy nos reúne, y coincidiendo con la publicación de la obra de su madre Estación de Ida y vuelta. Justamente Rosa recuerda en sus Diarios aquellos tiempos felices:
“Volvimos a Asturias en el verano del 29, en el invierno pintó “La bella andaluza” y algunos retratos: el de Concha, traje deportivo en mecedora verde, y mi retrato rosa; yo, sobre un fondo gris azulado, con un vestido rosa y una rama de olivo en la mano —yo estaba delgadita entonces, en el principio del invierno—, luego llegó la primavera, luego el verano y, en el mes de junio, nació nuestro hijo, Carlos”.
Aquel viaje, iniciado poco antes de la llegada de la República española, ha terminado casi un siglo después, en los zaguanes de un nuevo siglo y quizá un nuevo tiempo, por el que Carlos sentía una fascinación insaciable, amante como era de la ciencia ficción y de los prodigios informáticos. Hoy lo sentimos muy cerca, ahíto de saber y de conocimiento, y en buena parte satisfecho al haber procurado en vida, gracias a su alarde modélico de generosidad filial, que el legado de sus padres Rosa Chacel y Timoteo Pérez Rubio, peregrinos de su patria desde el exilio republicano, esté dignamente custodiado para el futuro en las tierras que los vieron nacer, como es el caso de la Fundación Jorge Guillén en Valladolid, para la obra de Rosa, y el MEIAC y el MUBA para la obra de Timo. Creemos que puedes descansar en paz, querido Carlos, y gracias por dejarnos entrever a los amigos, a aquel niño que nunca dejaste de ser, el “petit lapin” que tu madre bautizara, el pichulito querido de tus padres. También tú nos dejas sin remedio en “soledad, amor y melancolía”.
José Luis Bernal Salgado
Jesús Ureña Bracero
Sin comentarios