Una ciudad es una especie de organismo viviente y casi sentiente/sintiente, algo como si nos percibiese, algo que nos deja un lugar, un espacio o un tiempo o una sombra.

Agustín de Foxá publicó en el ABC del 15 de abril de 1932, una crónica-artículo-columna-comentario que título, Filípópolis, que nos narra que es la ciudad de los tres nombres, uno turco, otro búlgaro y otro internacional o griego, que es el que nombramos aquí. Foxá nos explica que fue invitado por la comunidad judío sefardita, a una conferencia –por si alguien no lo sabe, los sefardíes son los descendientes de los judíos que fueron expulsados de España, en 1492-.

Según el mayor sistema de chinchorreo del mundo, también de información y desinformación, el dios Internet, actualmente, tiene casi trescientas cincuenta mil personas habitando sus calles y parajes.

El hombre necesita vivir y existir en algún lugar, necesitar estar y ser en ese estar, y ese estar no es solo temporal, sino espacial, es lugar y tiempo, es espacio y tiempo. Todos los seres vivientes, que yo sepa, necesitan un lugar, todos los individuos de cualquier especie viviente y sentiente de este planeta, sea una hormiga, sea un simio, sea un hombre. Habitamos un lugar y un territorio, mayor o pequeño. El lugar de muchas maneras nos hace, nosotros de muchas maneras hacemos el/al lugar. Habitamos en el lugar, el lugar nos habita.

Si viviese el gran escritor y comentarista-articulista Foxá, que tanto se ha olvidado, independientemente de su idiosincrasia o ideología o forma de ser o habitarse a si mismo, independiente de su posturas psicológicas o morales o históricas o políticas o metafísicas. Cada uno, tiene la suya, o cada uno va evolucionando en la suya o suyas. Si viviese Foxá me pregunto si volviese a esta ciudad, qué preguntas se haría, -ya que él, no tiene este privilegio de vivir todavía, ocuparé yo su lugar imaginario y, haré algunas cuestiones que quizás, él se habría hecho…-

Me imagino-hipotetizo que preguntaría: que habría sido de aquella comunidad sefardita que le invitó a construir un muro/árbol/lago de conversación-conferencia de palabras. Me pregunto que se preocuparía-cuestionaría que le habría sucedido a esa comunidad, cuántos habrían sido capaces de vivir-sobrevivir, dentro de la ciudad, fuera, en otros lugares del planeta, quizás Nueva York, quizás Israel, quizás Londres o París o Madrid, quizás…

Se diría a sí mismo, que aunque existiese inquina y rencor en distintas partes de Europa, en determinados sectores de la sociedad europea en 1932 contra los judíos, nadie podría prever lo que sucedió unos años después, aunque quizás, algunas mentes, tenían ese objetivo inmoral sin nombre y sin ser capaces de calificarlo, nadie en su sano juicio habría podido pensar, que se podría diseñar una guerra mundial, una hecatombe como la shoah-holocausto-solución final-aniquilación total, el aniquilamiento total de un pueblo, de una religión, de un modo de entender la vida, de personas que solo eran eso, personas que descendían de otras personas, que sus tatarabuelos hace diez o quince generaciones, fueron expulsados de algún lugar.

Porque el pueblo judío es el pueblo que siempre hasta ahora, esperemos que estoy ya cambie eternamente, siempre son expulsados de algún lugar, saben que sus antecesores, existieron en un lugar, y saben, que sus descendientes, en alguna línea tendrán que ir a otro lugar. Pero no por razones solo económicas, como el resto de mortales, sino por su origen, etnia, lengua, religión. No entendemos porque tanta animadversión al judío, a los judíos. Yo no soy judío, quede claro, pero no se entiende, siglo tras siglo esa animadversión-persecución-inquina-rencor-odio-maledicencia. No se entiende tanta maldad proyectarla contra una persona/colectivo con una ideología etnia-religiosa –que por otro lado, una parte de la población, no eran judíos de religión en aquellos momentos-.

Vivimos atados/liberados a una ciudad-urbe-aldea-pueblo, o en la prehistoria a una cueva y caverna y abrigo, y, al territorio que le rodea. Pasan los siglos y siglos, y, van cambiando, los pueblos se mueven, las ideologías ruedan, las culturas se modifican. Y, en ese transcurrir, nos vamos adaptando, en mayor o menor medida. Ahora, por ejemplo, nos hemos ido transformando por el mar de Internet. Realidad con mil caras, como las mitologías antiguas de algunos dioses, con parámetros, claramente positivos, y, otros negativos, aquellos otros los desconocemos –nos hemos metido en un mar que no sabemos dónde nos lleva…-.

En todas las épocas hay aspectos positivos y negativos, valores y factores de esperanza y de desesperanza. Pero pienso que ningún europeo, salvo los que ya estaban diseñando esos planes en su corazón, que alguno lo redacto en un famoso libro, salvo esas personas, que ya rozan la maldad extrema, que en otro lugar habrá que tocar-rozar-estudiar-analizar. La mayoría de los mortales, no pensaban que se formaría una guerra mundial, con, al menos cincuenta millones de fallecidos, sin contar los heridos, sin contar todas las violencias psicológico y morales que se produjeron … Que alguien diseñaría la solución final…

Pero aquellos judíos de Filipópolis, no podrían pensar, que unos años después, muchos de ellos terminarían alojados en trenes de la muerte llevados como corderos expiatorios a un lugar del mal-maldad-crueldad sin límites.

Todo cuento-narración-relato tiene su final y desenlace y su máxima y su conclusión. Es obvio y evidente, que a lo largo de los siglos, de la noche a la mañana, aparecen acontecimientos, que no se preveían. Por consecuencia, disminuyamos los factores y variables negativos, a y en todos los lugares, de todas las características, para que no nos encontremos, cualquier mañana, que se han juntado los dioses de la guerra y de la muerte y de la violencia, y, han formado otro cocido, en el cual, nosotros somos el arroz y las gambas y los pepinillos… Paz y bien y paz…

http://filosliterarte.blogspot.com.es      

JMM Caminero