Pasear/viajar es introducirse en el adentro de un exterior, es llevar un exterior a un interior. Los viajeros caminan por sus neuronas de otro modo, cuándo viajan por un lugar externo.

Los humanos no son solo Naturaleza biológica, ni solo viven y existen en una Naturaleza Social-Cultural, ni solo en una Naturaleza Física exterior, ni solo son Naturaleza Metafísica al menos, mientras están en esta tierra y Tierra. Sino que somos como un buen cocido o ensalada o paella una mezcla esencial y substancial de todo ello. De ahí, las enormes interpretaciones diversas y diferentes. De ahí, que podemos formar y conformar unidades sociales y políticas y de entendimiento y de significación.

De ahí, que dos localidades puedan unirse en una estructura mayor. Porque al ser mayor, los servicios y las ideas y las mercancías y las posibilidades se amplifican. Las potencias y los actos del viejo maestro Aristóteles. Si las megalópolis se han ido formando por ir anexionando municipios y pueblos anteriores, véase Madrid, Barcelona y docenas de ciudades en Europa y en el mundo. Villanueva de la Serena y Don Benito, como las antiguas ciudades-Estado griegas, han pensado-sentido-deseado unirse y reunirse, porque las sinergias posibilitan más posibilidades y potencialidades, más trabajo, más futuro, para sus hijos y sus recién nacidos… más paz…

Podría tener el nombre de Benito-Villanueva, quizás Beninueva, Vegas Altas… Cuándo se unieron Buda y Pest, y se formó Budapest. Siempre hay que caminar hacia el futuro, sin perder olvidar el pasado. El pasado es futuro, el futuro es pasado y, ambos presentes. Al besarse dos ciudades-localidades-pueblos forman-conforman un nuevo ser-ente-estar. Es el laberinto del mundo, intentar vivir/sobrevivir, es esperar con esperanza… Es pasar Don Benito del ser el número 46 más grande de España, al matrimonio concertado y de acuerdo con Villanueva, a entrar en la treintena. Un adelanto y un movimiento del interior de lo humano.

Los viajeros con la mente-conciencia-corazón-carne atravesaron los muros del artefacto de arquitectura, material y espiritual, esos aires que envuelven el interior de la Iglesia de Santiago. Todo pueblo-aldea-localidad de este país-paisaje-paisanaje de esta Celtiberia-Tierra de Conejos-Hispania dispone de su templo-iglesia-ermita, grande o mediana o pequeña. Son muros nacidos en la tierra que cómo árboles verticales se levantan frente a las nubes, como si quisieran volar. En estos lugares se conmemoran cientos de acontecimientos a lo largo del existir. Todos, hasta ahora, tienen que acercarse a sus puertas: nacimientos, comuniones, bodas, fallecimientos. El ciclo de la vida se resume-sintetiza en sus piedras y argamasas. Tu vida y las de tus padres y las de tus abuelos y las de tus bisabuelos y los de tus tatarabuelos… O, al menos, algunos de ellos… Es como si fuésemos carne pero también piedra. Eso somos los humanos…

Todo pueblo desde los ojos de los pájaros son como un gran o pequeño conjuntos de dados que se hayan tirado a un paisaje y se han pegado con el dulce de miel y azúcar de los tiempos y de las soledades y de los vientos y de las amistades… Somos seres individuales pero somos seres grupales, somos personas y somos pueblo. Se nos pega a los costillares, los vientos que respiramos mes tras mes. Los pasos que andamos con las poseedoras de los misterios del universo, las madres/mujeres que atraviesan la historia/Historia esperando que el mañana sea mejor. Atraviesan tiempos y generaciones y culturas y guerras y paces, siempre con la esperanza que sus retoños de sus entrañas se conviertan en columnas adultas, y, ya, en su último aliento, esperan la Esperanza. Esa es la historia/Historia de toda mujer y hombre de esta Ibería clavada en tiempos tan lejanos y tan cercanos. Vienen unos y vienen otros, se van unos y se van otros. Y, todo sigue igual siendo diferente, todo es diferente siendo igual…

Los viajeros más que turistas, más que el Tour de los ingleses que hicieron famoso hace dos siglos, hace tres siglos. Los viajeros sienten que esos lugares son parte de su ser, de sus vientres, de sus almas, de sus carnes, sea porque paseen un día o una semana. Porque el viajero siente lo nuevo como viejo, lo nuevo como antiguo, lo nuevo del lugar como una mezcla de lo suyo. Donde llega tienen algo de donde viene. Cuando llega al nuevo lugar se llevará algo de ello, a su espacio viejo de aldea o ciudad o barrio de megalópolis o pueblo o…

Se necesita el descanso no solo percibimos-vemos con los ojos, sino también con la lengua y los sabores y el estómago y el paladar y el paladar en el hablar. Degustar la cachuela-molleja-picadillo-menudillo ese misterio de lo antiguo y lo nuevo ese combinado de laurel, pimienta negra, comino, pimentón, ajo, manteca de cerdo, hígado de cerdo. Esa sinfonía de sabores y paladares, ese ancestral lugar que viene de la antigüedad de la historia… ese unirse en la tritura para quedar una pasta como arena sabrosa que atraviesa los ojos y las miradas.

Somos, en parte lo que comemos, somos, en parte lo que sentimos, somos, en parte lo que soñamos… Somos una mezcla esencial, los viejos maestros griegos, dirían, Aristóteles, somos una unidad substancial… Pero siempre somos/estamos/sentimos/soñamos en un pueblo y en un paisaje. Me acuerdo, ya en la lejana adolescencia y juventud, cuándo al subir al monstruo de hierro con raíles, hablaban personas que venían de este lugar, atravesando la Mancha, con finalidades en el poblachón manchego de Madrid, o en la lejana Cataluña. Me acuerdo, de esos viajes, de tantos que atravesaron nuestros recuerdos… Los viajeros que son viajados por el lugar.

JMM Caminero