Algunos pensarán que una columna de opinión tiene una enorme incidencia e importancia en sí y para la sociedad y, para otros será un simple entretenimiento-divagación…

Puede que algunos articulistas, sean escritores o profesionales o periodistas profesionales o ambas cosas a la vez, que arrastran sobre sus ojos una carrera de varias décadas, que publican en grandes periódicos y medios nacionales, que tienen fama y notoriedad, por su experiencia y por sus ideas y sus múltiples contribuciones a la interpretación de la realidad, y, por tanto tienen bastante audiencia, y un público y unos medios fijos. Puede que esas personas piensan que su labor cultural y de producción y reproducción de ideas-datos-conceptos-argumentos-razones-preguntas-soluciones, tenga un lugar en el corazón de lo humano, y, en multitud de aspectos de la realidad sociohistórica.

Para otros, que su audiencia es limitada y reducida, y que todo el resto de parámetros está condicionado a multitud de factores, que tienen cierta presencia, pero su voz-eco es limitado, sea regional o en cantidad de oídos. Pues pensarán, suponemos con razón que su lugar en el presente y en el tiempo es limitado/deficiente/débil…

Un artículo periodístico de opinión y personal –no hablamos de los artículos de análisis y datos-, pues, generalmente, leído por la mañana, cuándo los periódicos en papel llegaban desde las fábricas dónde se imprimían a decenas de miles, cientos de miles a cualquier lugar del territorio. Pues era algo que se leía al lado del café y la tostada con tomate… Era algo que comentaba algo de la vida sociopolítica de esa semana, o, algo que el columnista nos narraba de cualquier tema. Esos dos tipos de columnas han imperado desde hace décadas, desde hace posiblemente dos siglos: las sociopolíticas y las sociocostumbristas. Es decir, cuestiones interrelacionadas con la economía-política, o con el campo de la antropología-psicología-sociología, denominadas de muchas formas, pero lo normal son columnas de costumbres.

Cada columnista, según su forma de ser y de estar en el mundo, según sus tendencias estéticas y culturales, y, según el medio en que publicaba, pues hacía y rehacía un modo de ser y de estar. Tocaba unos temas y desde una perspectivas. Pequeños o grandes, con grandes trazos de pinceles estéticos o con muchas ideas o solo crónicas con algunos comentarios, de usos y hábitos y aptitudes y actitudes y costumbres…

La columna era una especie de poema en prosa que hablaba de cualquier tema, y, que para el lector-a, era una manera de entender un poco algún trozo de la realidad, al menos, se hiciese preguntas sobre algunas partes/ángulos/perspectivas/dimensiones de lo real y de la realidad. La columna era una manera de ser y de estar. Ese día, con las ocupaciones y preocupaciones de cada mañana, cada uno de camino a su trabajo, bien remunerado o menos, con su corazón alegre y lleno de sangre a borbotones, pues era como una caja de sorpresa de (los) niños, un regalo incrustado en un huevo hueco y huequizado de esperanzas. Eso es un artículo, un autor-a nos habla de una sorpresa, que nos puede afectar a nosotros o a otros. Pero que quizás no hemos pensado.

En cinco minutos una columna, puede sosegar el corazón de un ser humano, llenarlo de más verdad, más bondad, más belleza, más racionalidad, más prudencia, más sentido común. Así entiendo yo, modestamente, la función del artículo de opinión. Incluso tocando temas graves y dramáticos y serios y profundos y dolorosos. El articulista debe intentar mostrar filantropía, humanidad, solidaridad, sentido común, bonhomía, prudencia. Incluso un tema duro y triste y trágico y dramático, debe dar un color de esperanza. No podemos evitar el número de accidentes de tráfico sucedidos el año pasado, pero debemos ofrecer esperanza, medidas para resolver y disminuir. Una espera esperanzadora y esperazante y expectante de que los rayos del sol saldrán, al menos unos cuantos días más… ¡La espera de la esperanza es la que ha sostenido a cientos de millones de seres humanos a lo largo de siglos, en todas las tormentas y huracanes de la historia…!

Pienso que siempre se ha dicho que existe una edad antigua, media, moderna, contemporánea. Durante mucho tiempo, tenía la intuición que ya estamos en otra etapa o edad de la historia, he buscado muchos nombres, algunos de ellos, los he ido insertando en los escritos. Pero pienso que la nueva edad, se podría denominar “edad cuántica”, es decir, de la informática y de la cuántica… Porque este conjunto de elementos transformará, ya lo está haciendo todas las dimensiones del ser humano. Estamos no solo al principio de una nueva fase de la historia, sino de una nueva etapa de la historia… -como diría el Sumo Pontífice actual…-.

En esta “edad quántica/cuántica” que ya estamos en los primeros pasos, como afectará a la escritura, literatura, pensamiento y en el articulismo de opinión. No lo sé, pero se abren muchas posibilidades y oportunidades e incertidumbres. ¿Al final, un programa de inteligencia artificial para creación de textos podrá realizar mejores artículos y columnas que los seres vivos de carne y hueso, se formarán hibridajes, se aprovechará esos recursos y después matizarán seres humanos…? ¿Un programa no solo con sistemas de inteligencia binarios u ordenadores clásicos, sino los que vendrán dentro de unas décadas, con ordenadores cuánticos…? (¡¿En qué lugar nos quedaremos los humanos, cuánto se podrá descubrir del universo con esos ordenadores…!?).

De momento el columnismo de opinión, intenta mostrar realidades que quizás de otro modo, usted no sería consciente de ello. O, temas que quizás le proporcionen otro punto de vista, y, que sin el articulismo nadie se lo ofrecería. Pero sea como sea, hay que construir productos verídicos, verdaderos, buenos, bondadosos, bellos, racionales, prudentes, con sentido común y, si es posible, no ofensivos a nadie, individuo o colectivo, -ya que nadie tiene la total y absoluta verdad, en todos los temas ideológicos…-. ¡Paz y bien…!

JMM Caminero

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